La marcha del orgullo gay en Jerusalén se volvió a teñir de sangre con el apuñalamiento hoy de seis personas, una en estado crítico, en un ataque perpetrado por el mismo ultraortodoxo judío que en 2005 hirió a tres participantes en otra manifestación de esta comunidad.
El ataque ocurrió a mitad del recorrido de apenas 1,200 metros que une los parques de la Independencia y de la Campana, en el centro de Jerusalén, y único tramo autorizado por la Policía ante la sensibilidad que la marcha despierta siempre entre la población religiosa de la ciudad santa.
“De pronto vimos correr a una o dos personas desde un lateral de la calle y empezó a apuñalar a la gente, una tras otra. Fue todo tan rápido, cuestión de segundos, que no pudimos distinguir de quién se trataba”, dijo a Efe Idi Mozes, miembro de la comunidad y defensora de derechos sociales en el Parlamento israelí (Kneset).
“Fue como un atentado, todo estaba lleno de sangre. Es una situación insoportable. Nadie es consciente de la homofobia que hay en nuestras calles, y no sólo de los ortodoxos, también de los laicos”, agregó.
La Policía confirmó poco después que se trataba de un único autor, al que identificó como Yishai Shlisel, un ultraortodoxo liberado hace sólo tres semanas de prisión tras cumplir una condena de 10 años por un ataque idéntico en el que consiguió apuñalar a tres personas.
La marcha de Jerusalén, que a diferencia de la de Tel Aviv pretende ser una protesta contra la discriminación de la comunidad de gays, lesbianas y transexuales en la ciudad, estaba custodiada por cientos de agentes de varios cuerpos de la Policía y por un helicóptero que sobrevolaba la zona.
Pero el vasto despliegue policial no fue suficiente para impedir la rápida carrera del atacante, que se había guarecido tras el muro de un pequeño supermercado desde el que asaltó a sus víctimas en medio de la confusión.
El ataque interrumpió inmediatamente el ambiente de júbilo en el que transcurría la marcha y una docena de ambulancias, coches de policía y servicios de emergencia -entre ellos varias unidades móviles de la ONG ultraortodoxa Zaka- irrumpieron a gran velocidad entre los miles de participantes para asistir a los heridos.
Según fuentes médicas, una mujer ingresó en el hospital Shaarei Tzedek en estado crítico, mientras que otras dos personas sufrieron lesiones severas y tres de carácter leve.
“Esto es muy grave. Es un nuevo caso de intolerancia que no podemos permitir”, se quejó a Efe Samuel Angel, un neoyorquino de 19 años que vive desde hace tres en Israel y que marchaba unos pasos por detrás de donde se produjo el ataque.
Entre los participantes se propagó inmediatamente el silencio y se desató una cadena de quejas contra el Gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, por no tomar medidas para impedir la homofobia.
“Este ataque nos recuerda lo que todos quieren olvidar: que los homófobos hacen lo que quieren”, se lamentó Yuri Shmilovich, de 32 años, que llegó desde Haifa (norte) y que sostuvo que “los gays y lesbianas y transexuales deben esconderse todo el tiempo”.
En una enérgica condena del ataque, varios miembros del Ejecutivo, entre ellos el primer ministro, aseguraron que el agresor será llevado ante la Justicia.
El titular de Seguridad Interior, Guilad Erdán, convocó a altos mandos de la Policía de urgencia esta noche para analizar cómo Shlizel consiguió burlar el exhaustivo operativo de seguridad.
Luba Samri, portavoz de la Policía, indicó a Efe que no existía ninguna orden de alejamiento de la marcha para el atacante, que en 2006 dijo al confesar los hechos que “había actuado en nombre de dios” porque “no podía permitirse semejante abominación” en la ciudad santa.
El presidente israelí, Reuvén Rivlin, advirtió al condenar el suceso que los israelíes no deben vivir en la “ilusión”, porque “la intolerancia conducirá a un desastre”.
Ningún representante del Gobierno ni político de peso apoyó hoy con su presencia esta protesta anual por la igualdad y la tolerancia en la ciudad santa, a diferencia de la que se celebra en Tel Aviv, de proporciones mucho mayores y donde se dejan ver los principales políticos progresistas.
A pesar del ataque, los cerca de cinco mil participantes siguieron la marcha hasta llegar al parque de la Campana, lentamente y en silencio.
Atrás habían quedado los ritmos musicales latinoamericanos, los golpes de tambor que animaron la caminata, las banderas y pancartas a favor del “amor”, la “igualdad de derechos” y la “tolerancia”.
Uno de los grupos que más llamó la atención hoy fue la llamada Célula de Gays Religiosos que, con sus solideos y canciones jasídicas, apelaban al Altísimo con el eslogan de: “Bendito seas Señor, nosotros te queremos, nosotros también somos tus hijos”.