Mientras que los analistas bursátiles y financieros bisoños, junto con algunos funcionarios del gobierno, confían que con los 200 millones de dólares que el Banco de México está inyectando al mercado cambiario se pueda detener el desplome del peso frente al dólar, los analistas eclesiásticos están preocupados por la incontenible devaluación del peso, la caída brutal de los ingresos petroleros y la frustración por el mediocre crecimiento de la economía del país.
¿Y por qué la preocupación, si la Iglesia de México no tiene por qué sufrir ni acongojarse por la crisis económica, política y social por la que atraviesa el país?, acotan los observadores.
Es cierto, pero el cardenal Norberto Rivera Carrera y sus voceros no iban a dejar pasar la oportunidad de asestarle al gobierno una dura crítica, diciéndole que en un país con una gran cantidad de recursos, es una vergüenza tanta desigualdad social, aprovechando el informe del Coneval sobre el ingreso de los hogares mexicanos y el aumento de la pobreza en el país en el periodo 2012-2014.
A juicio de la Iglesia mexicana, la cadena de corrupción es la madre de casi todos los males que agobian al país, empezando por la pobreza, la inequidad y la injusticia; la economía informal, el subempleo, la carga fiscal de las pequeñas empresas y otras cosas horribles. Pero lo que más calienta a los clérigos es la indiferencia. “Hay tantos pobres en nuestro México, que ya no somos sensibles al drama de los demás ni lo vemos como responsabilidad nuestra; se da el fenómeno de la globalización de la indiferencia y, en la clase política, un cinismo inmoral y escandaloso. Representantes y servidores de un pueblo pobre viven en medio del despilfarro y con lujos insultantes, preocupados sólo del propio enriquecimiento y de la autocomplacencia”, parece decir don Norberto. Y pregunta: ¿Cuántos años más y cuántos pobres más se necesitan para que el gobierno y la sociedad reaccionen?
Los analistas políticos bisoños cuestionan: ¿De cuándo a la fecha la Iglesia se atreve a criticar a los políticos y al gobierno? Y los historiadores responden: No vayamos muy lejos en revisar la enorme cadena de conflictos políticos que ha tenido a lo largo de los siglos la Iglesia Católica, Apostólica y Romana con el gobierno mexicano. El presidente Benito Juárez tuvo que enfrentar la obsesión del papa Pío IX en su lucha contra las Leyes de Reforma de México, guerra que al final perdió el conservador pontífice que posee el récord de 31 años en el poder eclesiástico. Entre 1926 y 1929 surgió el sangriento conflicto armado provocado por los llamados “cristeros”, que luchaban para derogar los artículos constitucionales que -según ellos- atentaban contra sus principios religiosos. Fue el papa Pío XI -que gobernó la Iglesia de 1922 a 1939-, quien se encargó de mantener vivo el conflicto y también de darle término mediante arreglos con el gobierno mexicano.
Desde entonces hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, agregan los historiadores, se mantuvieron los acuerdos “en lo oscurito”, hasta que el salinismo los transformó en enmiendas constitucionales. Y entonces sí, la jerarquía católica le dio vuelo a la hilacha, a veces defendiendo y a veces atacando las políticas gubernamentales, según los beneficien o los perjudiquen los presidentes en turno.
En lo que se refiere al actual dirigente nacional de la Iglesia Católica de México -arzobispo Norberto Rivera- hay que tomar sus dichos, sus hechos y hasta sus silencios como la táctica eclesiástica para mantener vivos sus privilegios, que aunque ya no son lo que fueron en el pasado, son todavía demasiados.
Ya vendrán tiempos mejores. ¿Para el país, para los jodidos?, pregunta un grupo de miserables. ¡No, hombre, para los curas y para la clase política, que son la misma cosa! Nada más que más que los primeros disfrazados de emperadores romanos y los segundos ataviados con las ricas prendas que les confeccionan los mejores sastres del mundo.
¡Tómenla clérigos y políticos!