Al Banco de México:

 

Todos los mexicanos hemos venido observando con extrema preocupación la acelerada devaluación que el peso mexicano ha sufrido frente al dólar de los Estados Unidos de América en el presente año.  Al escribir esta carta, el tipo de cambio interbancario se ubicaba en $ 16.3136 pesos por dólar americano.

 

Hay problemas de sobra en el entorno internacional y nacional que habrían hecho inevitable una devaluación del peso mexicano.

 

En un libre mercado cambiario, del cual soy fiel partidario, que el tipo de cambio se mueva en cualquier sentido, debe verse como algo normal y  deseable.

 

Sin embargo, los mercados de monedas,  integrados a plenitud en la toma de riesgos globales, presentan hoy día retos a los bancos centrales, que no pueden ser afrontados solamente con las herramientas tradicionales de éstos:  el uso de sus reservas  de activos internacionales y las tasas de interés que aplican a sus operaciones.

 

Hemos sido testigos desde el 2008  de una actuación muy atípica de las bancas centrales de muchos países, particularmente de Estados Unidos, de China, de Japón, de Inglaterra, así como del Banco Central Europeo.  Actuaciones heterodoxas, pero necesarias para estabilizar mercados, monedas y sistemas financieros.

 

Así que la libertad cambiaria que debe prevalecer, tampoco impidió a los bancos centrales adoptar medidas ad hoc, para mitigar movimientos excesivos y perjudiciales en el  valor de intercambio de las monedas; movimientos que fácilmente puedan presentarse en épocas de incertidumbre global.  En el caso mexicano abonan a dicha incertidumbre de manera importante, aunque no exclusiva, el deterioro en el precio del petróleo con la consecuente afectación a las finanzas públicas, así como la posible alza en las tasas de interés en los Estados Unidos de América.

 

Sin embargo, una parte relevante de la depreciación acelerada del peso mexicano no está relacionada únicamente con lo anterior,  sino proviene de un uso excesivo y por ende abusivo, del peso mexicano en los mercados de futuros y derivados, aprovechando la amplia liquidez del peso mexicano.  Hoy día se calcula en aproximadamente  ciento treinta y cinco mil millones de dólares diarios, el valor de las transacciones que  involucran al peso mexicano.  Ni el yuan chino acumula diariamente un valor transaccional así.  Mucho, pero mucho menos, el real brasileño.  La desproporción salta a la vista.

 

¿Quiero invertir en Brasil porque a la luz de la baja en su calificación crediticia, sus bonos gubernamentales y corporativos pagan muy atractivas tasas de interés.?  Sin embargo, en ese escenario es muy probable que se devalúe abruptamente el real brasileño.

 

¿Que hacer? recibo en préstamo  pesos mexicanos a una atractiva tasa de interés y los vendo en el mercado de futuros contra dólares americanos, esperando que la devaluación del peso me permita pagar el préstamo y generar una utilidad que me compense la devaluación del real brasileño.  Este “proxi del riesgo” en que se ha convertido el peso mexicano funciona mejor entre más participantes del mercado global   hacen lo mismo.  Las correlaciones ya son tan elevadas, que han hecho que esa forma de cobertura proteja adecuadamente a especuladores e inversionistas en activos no relacionados a la economía nacional.

 

Las ventas en corto del peso mexicano se han convertido en algo cotidiano, muy sencillo de ejecutar, por los bajos costos de transacción y los horarios en que opera el  peso mexicano”: Todos los días hábiles las veinticuatro horas.

 

Es la única moneda liquida de países emergentes que opera las veinticuatro horas.  Ninguna otra.

 

Ello ha permitido que innumerables participantes puedan mantener sus inversiones en bolsas de valores de otros países o en papeles de deuda de otras economías emergentes que pagan altas tasas de interés,  porque  como contrapartida han recibido prestados pesos mexicanos, que han vendido en corto.

 

Si  éstas últimas operaciones se vieran restringidas en sus volúmenes, como sucede con las monedas de los otros países emergentes, las caídas en los precios se reflejarían mayormente en las bolsas o en los papeles mencionados, y no en el tipo de cambio del mejor “proxi de riesgos globales”:  el peso mexicano.  Algo se debe hacer, algo se puede hacer.

 

El único propósito de esta carta abierta es invitar a la reflexión sobre el rol que debe asumir nuestro banco central, cuando el tipo de cambio se ve afectado por transacciones ajenas a los flujos reales de divisas y coberturas cambiarias, que demanda la economía mexicana para su adecuado funcionamiento.  Para empezar, el costo de este tipo de transacciones de ventas en corto y los horarios de las mismas, deben ser motivo de una profunda revisión.

 

Cualquier intención expresa de nuestras autoridades financieras, para adoptar medidas que eviten estos excesos del mercado, seguramente se traducirá en una significativa despresurización del tipo de cambio del peso mexicano.

 

 

*Fuí empleado y funcionario del Banco de México (1975 – 1993),  Presidente de la Comisión Nacional Bancaria  (a partir de abril de 1994) y Presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (1995 – Noviembre 2000).