La compañía está en el ojo del huracán. Dick Costolo decidió dejar la posición de CEO hace algunas semanas, y más adelante el director de comunicación global, Gabriel Stricker, hizo lo propio. Wall Street los castiga, su acción se desploma, habiendo caído a 27 dólares, -menos de un tercio de su valor histórico más alto de 69 dólares por acción en enero del 2014-, y de acuerdo a lo que dictan algunos reportes de prensa como un agudo artículo de la revista digital de negocios Business Insider, la incertidumbre aparece en los pasillos de las diferentes oficinas de la compañía.

 

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Por increíble que parezca, hablamos de una de las tecnológicas que tiene en sus manos uno de los productos más sexy de la industria: Twitter.

 

El derrumbe tiene sus razones, entre ellas, los bajos resultados reportados por ingresos publicitarios en función de las expectativas iniciales de los accionistas. Aun con ese argumento, ¿cómo es posible que uno de los productos que más valor agrega a los consumidores digitales, que ha sido capaz de democratizar las relaciones personales, y poner al alcance de cualquier tuitero a personalidades de la talla de un presidente como Barack Obama, un deportista, cantante o personalidad de cualquier parte del mundo, o al cual se ha responsabilizado de generar movimientos sociales de impacto mayúsculo, esté ahora siendo tan castigado públicamente?

 

Algo no cuadra. La ecuación parece indicar que en el mundo digital, el interés de los consumidores no está directamente relacionado con el valor para clientes, -cualquiera que sea el modelo de negocio (la mayoría buscan sustento en la publicidad)-, ni tampoco para quienes invierten en la compañía. Esta es una gran enseñanza en la era de la economía digital.

 

El caso de Twitter no es el único. Empresas como Apple, uno de los emblemas de esa nueva economía, ha sido también duramente castigado durante las últimas dos semanas, desplomando el valor de su acción de 132 dólares a 115 por acción ¿Qué sanciona el mercado? De inicio, resultados financieros, quizá, un poco irreales pues las expectativas de venta de iPhone en particular, fueron demasiado altas (el iPhone 6 ha sido el más vendido de su historia). Sin embargo, quizá el castigo no necesariamente va relacionado a eso, sino a un reclamo hacia la compañía de la manzana, no solo por generar más innovación, sino innovación con impactos financieros importantes.

 

¿Es proporcional el castigo que los mercados dan a empresas como Apple o Twitter? Me parece que no, pero como se dice en inglés, It is what it is, o “es lo que es”. Así se comportan. Pregúntenle también a Amazon, que hoy vive un momento de gloria, con una acción valorada en 529 dólares, después de haber reportado ganancias por 92 millones de dólares en su segundo trimestre (bastante modestas), pero que a principios de año, recibió castigos del mercado que ponían el valor por acción por debajo de los 287 dólares.

 

¿En verdad una compañía de tal tamaño puede reducir su valor a la mitad en un período de tiempo tan corto? Por eso, empresas como Dell, por ejemplo, han dejado de cotizar en bolsa, harta de tomar decisiones para evitar ser impactados por los mercados, pero que no necesariamente van en favor del negocio, y peor aún, del consumidor final.

 

Twitter es todavía altamente vigente para el usuario digital del 2015 y lo seguirá siendo. Como compañía, tiene diferentes alternativas para retomar el vuelo, una de las que no se descarta sería la adquisición por parte de alguna empresa de tecnología más grande (se ha rumorado en diferentes ocasiones del interés de gigantes como Google o Facebook, por ejemplo).

 

En cierta forma, su drama, no debiera serlo tanto. Lo que es un hecho es que como otras empresas digitales, el reto mayúsculo está en encontrar (o nacer, para las nuevas), modelos de negocio un poco más claros, que manden señales de ser sostenibles en el largo plazo. Tener usuarios, y ser sexy en el inconsciente colectivo, no es suficiente. Sin algo más, estarán a expensas de una valoración del mercado que puede ser injustamente benéfica, pero también injustamente perjudicial como hoy lo están siendo con la empresa del pajarito azul.