Javier Duarte es un espejo sincero de otros políticos del país. Desde que es gobernador de su estado, han muerto 13 periodistas. Estos homicidios lamentablemente también han ocurrido en otras entidades, pero si una está marcada y lastimada por la intimidación a la prensa es Veracruz. La última de estas muertes, Rubén Espinosa, por lo que representa, deja desnudo un sistema autoritario que tiene una cabeza falsamente jocosa, Duarte, pero que está presente en más de la mitad del país.
Duarte es admirador de Francisco Franco, así lo ha dicho. Le inspira compartir con él su voz aguda y sus deseos de grandeza a través del orden. También en España sigue habiendo admiración al ex dictador español; cada vez menos, pero los hay.
Recién en México, Andrés Manuel López Obrador y Enrique Krauze polemizaron respecto al rol de Porfirio Díaz en nuestra historia. El rol de Don Porfirio y el de Franco es, a mi juicio, relativamente similar: un sistema autoritario que presupone el desarrollo a través de un orden impuesto. Porfirio Díaz encarna a un sistema autoritario, con más, o menos, muertos según la polémica referida.
El “Pórtense bien” que Javier Duarte recomienda a los periodistas es el imaginario de un “Duce”, “Fürher” o “Generalísimo” jarocho. Ambas cuestiones tienen dos vertientes, la inocente (se necesita ser sumamente cándido para externar desde el poder que se admira a Franco o a Porfirio Díaz) y la perversa (dejar en claro a la prensa que la única fuente de verdad es el poder encarnado en el gobernador).
Sin embargo, en muchos estados se viven circunstancias cercanas a las de Veracruz. Las amenazas a la prensa no son un hecho propio del Septentrión del Golfo. La prensa está castrada en más de la mitad del país. Javier Duarte ha querido acallar redes sociales, pero en silencio otros gobernadores simpatizan con controles y sanciones por el ejercicio de la libertad de expresión. En México se vive un autoritarismo de clóset. Sólo Javier Duarte se atreve a mostrarse tal cual es.
Pero en la sociedad hay voces que simpatizan con el autoritarismo. Hasta la nacionalidad de una de las 5 víctimas de la Narvarte entró en juicio. El asesinado se gana su lugar en el cementerio. También pasó con los 43 estudiantes, cuando uno de los elementos para cuestionar su defensa era si trabajaban o no para tal o cual mafia en Guerrero. Los delitos y los pecados se juzgan cada uno en su lugar, el derecho a la vida y las garantías pareciera no ser inherente a la persona, sino a su conducta. Nada más equivocado.
Una parte de la sociedad simpatiza con el sistema autoritario, lo culpa de los extremos, teme a la participación social. Sin embargo, la sociedad es presa tanto de los gobiernos autoritarios como de los grupos delincuenciales que ejercen incluso mayor autoritarismo. La sociedad participativa parece un quiste maligno para los gobiernos mexicanos, jamás se ve la oportunidad de construir transformaciones juntos. El desarrollo es un acto publicitario, unilateral, voluntarista, no la consecuencia de una relación participativa entre sociedad y gobierno.
Pórtense bien, señores políticos, sentenciamos otros, tengan cuidado de no mirarse en el espejo autoritario de Duarte. De este lado está la sociedad, cocinando a fuego lento la transformación de nuestro sistema democrático. Tarde o temprano, los dictadorzuelos como Duarte pasarán a juicio. Sea mañana o en unos lustros, el duartismo tendrá que extinguirse.