Siempre he encontrado algo peculiar en los futbolistas que son llamados en la forma diminutiva de su nombre.
Pedro Rodríguez, hábil y productivo ofensivo del Barcelona, ha cumplido 28 años y ganado absolutamente todos los títulos existentes: con los blaugranas, cinco Ligas, tres Copas del Rey, cuatro Supercopas españolas, tres Ligas de Campeones, tres Supercopas europeas, dos Mundiales de clubes; con la selección de España, un Mundial y una Eurocopa. Sin embargo, para el común de los aficionados sigue siendo Pedrito, modo cariñoso que también puede incluir cierto nivel de ninguneo.
A lo largo de tan rutilantemente destacada trayectoria, pocas veces se ha visto como titular obvio al crack canario. A Sudáfrica 2010 llegó como suplente y terminó ganándose un sitio, como casi a cada año en el Barça ha partido con la obligación de robar el puesto a algún gigante, de hacer al director técnico replantear sus ideas y hallarle incrustación.
Su carrera mantuvo ese ritmo hasta la temporada pasada, cuando fue evidente, primero, que con Messi, Neymar y Luis Suárez sus ocasiones se minimizaban; segundo, cuando encima de la prioridad de los tres titanes, el DT Luis Enrique notó la molestia que despertaba sacarlos de algún cotejo o darles descanso en algún ciclo de rotación de esfuerzos.
Por eso Pedro tuvo todo el derecho de pedir la facilitación de su salida del cuadro culé. Porque se sabe capaz de triunfar en cualquier punto del planeta y con perspectivas de titularidad-estrellato-reflectores en todo club que no sea el que tiene adelante a acaso tres de los mejores cinco o 10 futbolistas del mundo.
Pedrito ha crecido y se encuentra a las puertas de los 30 años. Bajo condiciones normales, en esta madurez con condiciones físicas intactas debe emerger el mejor de sus futboles.
Este martes fue publicarse la alineación barcelonista para la Supercopa europea sin la presencia de Pedro y dar por hecho algo que durante dos meses se ha rumorado con fuerza: que se marcha a cambio de unos 30 millones de euros al Manchester United.
Un futbolista que está por dejar tamaña cantidad no suele ser arriesgado. De ahí, inferíamos todos, que en el sitio del convaleciente Neymar comenzara Rafinha (otro que ya verá lo que hace con el diminutivo, aunque en brasileño no es estigma tan severo) y no el de Islas Canarias.
Su participación se pospuso hasta lo inevitable, que quizá sea más peligroso perder la opción de los seis títulos que devaluar esos 30 millones, y en tiempos extra apareció. Su gol representó la victoria y otra corona. ¿Fue su último instante con el Barça? Muy posiblemente, pues bien comprende lo que hay en el Camp Nou para él: esperar lesiones de los tres de arriba o limitarse a los minutos que nadie quiere.
Como sea, Pedro no se irá Pedrito de la Ciudad Condal. Como sea, sino en el nombre sí en la categoría ha de cambiarse la manera de referirnos a él. Como sea, el Barça ha descubierto incluso antes de perderlo algo que tal vez nunca llegó a valorar en su gran dimensión.
Hoy se le repite en catalán el grito de “¡No te vayas!”, mas se sabe que es difícil y un tanto injusto que se quede.
Momento de salir del nido blaugrana y renunciar a ese diminutivo cariñoso, aunque en ocasiones limitante.