Poco más de 48 horas antes de que el Barcelona saltara a la cancha del Dinamo Arena, Pedro habló con Robert Fernández, nuevo director deportivo catalán, a quien le dijo que quería partir del equipo culé. Pensaba que su futuro en el Campeón de Europa sería secundario, como suplente de lujo detrás de tres astros que ponen el grito en el cielo si no juegan 90 minutos. Pero quizá lo suyo sea predestinación.

 

Luis Enrique no lo requirió hasta el minuto 93 en un duelo de tira–tira que se mantenía empatado 4-4. Pedro no se acongojó. Entró al campo a hacer lo que sabe: destrabar partidos cuesta arriba, como ya lo había hecho hace seis años en la Supercopa ante el Shakthar Donetks. Entonces como ahora, decidió el encuentro en el minuto 115. Ese año el Barcelona ganó los seis títulos en disputa en el año. En este 2015 ya suma cuatro.

 

El Sevilla comenzó ganando el partido apenas en el minuto tres, con un gol de Éver Benega, pero como si de un paseo se tratara, el Barcelona le dio la vuelta y llevó el marcador hasta el 4-1 con dos tiros libres de Messi, un remate de Rafinha y otro de Luis Suárez.

 

Y con el partido aparentemente resuelto el Barcelona bajó las revoluciones. En el minuto 57 José Antonio Reyes acercó a su equipo a 4-2 y después un penalti, que cobró el francésKevin Grameiro, y provocó el 4-3. Hasta ese momento se preocupó el equipo culé. El ucraniano Yevhen Konoplyanka empató el partido en el minuto 80.

 

Así terminaron en tiempos extras, con un Barcelona fundido y un Sevilla que intento más que nunca. El gol de Pedro no dio paz al encuentro, hacia el final, Sevilla tuvo dos oportunidades de gol cantado, que dejaron ir justo porque lo suyo es la lucha, no la destreza técnica.

 

El destino más probable de Pedro será ahora el Manchester United, que puede pagar 30 millones de euros por él.