Mal asunto para el futbol cuando la noticia principal de la primera jornada del campeonato más mediático, como lo es la Premier League, fue el conflicto entre un director técnico y su encargado médico. Peor, incluso, cuando el meollo de la discusión radica en la simulación de una lesión para ganar tiempo. Más grave, todavía, porque la persona afectada es la única mujer que ha logrado acceder a una posición de ese tipo en las principales ligas europeas y el argumento, siéndolo o no, terminó sonando al añejo machismo del futbol.
“Hasta si eres una médico o secretaria, en el banquillo tienes que entender el juego”, clamó José Mourinho al referirse a la Dra. Eva Carneiro, reinsertándose en su sitio favorito que es el epicentro del debate.
Es el Mou de siempre: ese individuo que peca de caricaturizarse, de empeñarse en corresponder al personaje que creó, el cual es evidentemente paranoico, agresivo y un tanto grosero, todo en aras de una de sus actividades favoritas: sacar al accionar de su equipo de la opinión pública, cuando éste no ha sido particularmente positivo (cedió al Arsenal el primer título del año, la Community Shield, y no pudo ganar en su debut liguero).
El tema ha escalado tanto que una televisora británica asevera que el estratega portugués insultó a la doctora luego de que ésta entrara a la cancha para atender a un jugador caído. Es decir, que Carneiro perderá su sitio en la banca del Chelsea por haber intentado hacer precisamente lo que es su labor: preocuparse por la integridad de quien se encuentra tendido sobre el césped, como en ese momento era el caso del 10 azul, Eden Hazard.
Lo menos importante tiene que ser si Carneiro es hombre o mujer, aunque se asumió que esa carta saldría tarde o temprano desde que años atrás se convirtió en médico de campo del club Chelsea. Su resonancia en tal cargo no tuvo precedentes; circularon fotografías sugestivas de la médico, las cuales luego se aclaró que correspondían a una modelo parecida a ella; cada que entra desata cantos misóginos y despierta también a multitud de fans, quienes hallan en la doctora una especie de fantasía y no un ejemplo de la equidad que ha de existir en el deporte.
Ella cumple, o cumplió hasta el sábado, con lo que denominaba el sueño de su vida y la razón para haberse dedicado a la medicina: atender a los futbolistas de uno de los clubes más trascendentes del planeta.
Mourinho, por su parte, ya tiene antecedentes de disputas con más de un médico, lo cual no es raro si se considera su historial de polémicas con colegas, pupilos, árbitros, rivales, federativos. Sucede que esta vez, con o sin intención, se ha metido en un punto en el que no debía: al utilizar en su declaración el término “hasta el médico o la secretaria”, abrió pauta para que se interprete un ninguneo de la labor de su doctora y que se vincule con una cuestión sexista.
Hasta ahora, Eva había tolerado que le pidieran en cánticos que se retirara prendas, que le atribuyeran fotos ajenas, que se especulara muy desagradablemente que si está ahí es por ser pareja de alguien, que se insinuara su relación con algún jugador. Todo lo toleró, hasta que Mourinho hizo pública la crítica a su labor, a lo que siguió un mensaje de Carneiro agradeciendo por el apoyo recibido (acaso, su único error, pues el médico de un equipo tampoco tiene que usar redes sociales para mandar mensajes a sus seguidores).
Si nada cambia, el domingo ya no se sentará la mediática Eva Carneiro en la banca del Chelsea. Mal que sea por haber hecho su trabajo y no inferir que su futbolista fingía (lo que derivó en que los blues se quedaran por unos instantes con un hombre menos). Peor que se revuelva en el conflicto lo menos relevante, que es su género.