El último experimento del futbol ha probado ser de sobra fallido: no queda otro camino, no queda más alternativa, que recurrir a la tecnología para asesorar al jueceo.
Sucedió este miércoles en el cotejo entre Valencia y Mónaco por la ronda previa a la fase de grupos de la Champions League: un penal tan incontestable como la privilegiadísima posición del árbitro, a un escaso metro, justo detrás de la línea de meta. A diferencia de lo que sucede con el central, este asistente no llevaba corriendo más de una hora ni podía aducir que alguien le obstruía el campo de visión. Incluso lo contemplamos mientras se concentraba y flexionaba las piernas como hace un umpire beisbolero cuando viene acción apretada en home. Y, sin embargo, no otorgó el penalti.
¿Por qué? Antes que por pensar en algo extremo, como que estuviera coludido, prefiero achacarlo al mayor de los problemas que enfrenta quien dicta justicia en un deporte: la inmediatez. Existe una fracción de segundo para determinar y otra fracción para marcar, con lo que al cabo de un segundo o segundo y medio, es imprescindible que se anuncie un veredicto.
La jugada fue mucho más absurda que polémica, lo que coloca toda una puntilla a la iniciativa de la UEFA de convertir las cuartetas arbitrales (un central, dos asistentes por las bandas, más un auxiliar entre las bancas) en sextetas (con los adicionales dos referees de línea de meta).
De forma tal, que no hay más remedio que permitir a un oficial tomar decisiones ante un monitor que le permita analizar diversas repeticiones. Sólo así podrán minimizarse los errores al pitar un penal, un fuera de lugar o alguna jugada discutida que se refleje en el marcador.
Lo anterior es asunto muy viejo, pero las autoridades futbolísticas (bajo pretexto de no afectar el trepidante ritmo de este deporte) han hecho hasta lo imposible por evitar el jueceo con base en un televisor. El haber involucrado recientemente la tecnología de línea de meta para dilucidar si un balón entra del todo a la portería, no atendió más que al uno por ciento de las jugadas apretadas que condicionan un resultado. Dar paso a las repeticiones para un penalti o fuera de juego, es tema diferente y que se presenta en la abrumadora mayoría de los partidos.
Por colocar paralelos: en el tenis así se toman decisiones respecto a si una bola botó dentro o fuera; en deporte motor y atletismo es indispensable la cámara para los photo-finish; en el futbol americano es célebre el momento en que se revisa algún instante de duda; algo parecido con baseball, baloncesto y hockey sobre hielo.
Al futbol se le acabaron los argumentos desde muchos años atrás, aunque continúa buscando posponer lo inevitable: apoyarse en un monitor con repeticiones. Ya puede poner cuatro, seis u ocho árbitros, que lo mismo da. A ese ritmo de juego y con ese nivel de exigencia, no hay más opción que una pausa para revisar o seguir como estamos: en la estoica resignación a la injusticia.