Más allá de los índices de desnutrición, igual de preocupante y creciente es la deficiencia de micronutrientes, una problemática conocida como “hambre oculta” que afecta a millones de personas en todo el mundo y que se ha convertido en el nuevo desafío alimentario.
El director regional para América Latina del Programa Mundial de Alimentos (PMA), el peruano Miguel Barreto, explicó, en una entrevista con Efe en Guatemala, que la región está sufriendo un fenómeno “paradójico” casi sin parangón.
“Uno de los problemas que hay en América Latina es lo que se conoce como hambre oculta, es decir, la falta de micronutrientes adecuados en poblaciones infantiles menores de 3 años y ahí es donde hay que concentrarnos”, sostuvo.
Aunque todavía hay unos 34 millones de personas en América Latina y el Caribe que sufren de subnutrición, las familias que han logrado incrementar sus ingresos y salir de la llamada “pobreza extrema” no necesariamente experimentan esa mejora en la reducción de los niveles de malnutrición.
Los casos de anemia y obesidad se han incrementado en los últimos años, sobre todo en zonas periféricas de las grandes ciudades y en áreas rurales, alcanzando cifras desorbitadas.
Casi la mitad de los niños menores de 5 años (el 47,7 por ciento) sufren de anemia, es decir, deficiencia de hierro; y el 49,8 por ciento, aproximadamente 1,3 millones, padecen desnutrición crónica.
Ante estas cifras, Barreto no duda en instar a los Gobiernos ha implementar políticas de educación nutricional y planes de seguridad alimentaria “a largo plazo” y “sostenibles” que peleen contra esta coyuntura que afecta de manera “tangencial” a toda la población.
Así, insiste en la necesidad de “priorizar el gasto social” -incrementándolo y transparentándolo- y pide “despolitizar las políticas sociales” mirando el reflejo positivo que se ha observado en otros países con el mismo problema para aprender la lección sin querer “descubrir la pólvora” de manera individual.
A su juicio, la seguridad alimentaria tiene tres elementos básicos que deben ser garantizados: el acceso, la disponibilidad y la utilización adecuada de los alimentos.
La seguridad alimentaria también se verá perjudicada, agregó, por otro fenómeno que preocupa de nuevo a los expertos, la canícula prolongada o la sequía, que según las proyecciones sería similar o incluso superior al año pasado.
Solo en América Central, en 2014 la sequía afectó a 2,5 millones de personas y aunque por el momento es prematuro vaticinar una “cifra real” para 2015, los pronósticos estiman que los damnificados serán los mismos o incluso más.
La zona del Corredor Seco de Centroamérica, aledaña al océano Pacífico, ha recibido en 2015 un nivel de lluvias muy por debajo del caído el año pasado y de la media histórica.
Barreto indicó que esta área es “altamente vulnerable” dado que la mayoría de la población, que practica una agricultura de subsistencia, perderá sus cosechas por segundo año consecutivo.
Para hacer frente a esta situación, el experto peruano reconoce que serán necesarios muchos apoyos, ya que, lamentablemente, no hay recursos suficientes para ayudar al nivel deseado.
No obstante, descarta que vaya a haber una crisis alimentaria en toda la región, aunque si reconoce que habrá grandes necesidades en poblaciones vulnerables en determinadas zonas.
Producto de la sequía de 2014, el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas ha brindado durante este año asistencia alimentaria con un enfoque de resilencia a unas 240.000 personas en el corredor seco de América Central, una de las zonas más amenazas como consecuencia de las condiciones climáticas que afectan a la región.
El PMA mantiene operaciones en once países de la región: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Cuba, Haití, República Dominicana, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia; y en colaboración con los Gobiernos, cada año distribuye en toda la región asistencia alimentaria a una media de 6,3 millones de personas, principalmente mujeres y niños.