LA HABANA. A sus 95 años, la legendaria bailarina y coreógrafa cubana Alicia Alonso (1921) confiesa que el paso del tiempo no ha frenado sus deseos de bailar, ya que la danza es para ella su “vida entera”, algo tan primario y vital “como el comer o el respirar”.
“Yo siempre tengo deseos de bailar y ahora más que nunca. Cuánto más tiempo pasa, más ganas tengo. Yo me pongo a bailar como una loca porque es que he bailado desde que tengo nueve años. El baile ha sido mi vida entera”, afirmó Alonso en entrevista con Efe en La Habana, en su despacho del Ballet Nacional de Cuba que dirige desde 1948.
Alonso está actualmente inmersa en los ensayos de la gira que el Ballet Nacional de Cuba realizará por diversas ciudades de España durante más de dos meses a partir de septiembre, con montajes “imprescindibles” de la compañía como “El Lago de los Cisnes” o “Don Quijote”.
Recuerda con cariño España, país al que empezó a viajar desde pequeña con su familia, por el trabajo de su padre, y donde inició con desde muy niña su idilio con la danza.
“Yo lo primero que aprendí de baile fue danza española, con castañuelas y todo. Me encantaba y me sigue gustando”, cuenta mientras las palabras salen pausadamente de sus inconfundibles labios rojo intenso, ya que el carmín, según dice, le ayuda hablar sin que se le seque la boca.
Señala que, ya entonces, su deseo era “colocarse las puntas y bailar ballet clásico”, una reivindicación que siempre defendió, especialmente cuando su carrera profesional empezaba a tomar forma en Estados Unidos, a donde dio el salto en 1938 en varios musicales de Broadway.
“Me decían que, como era cubana, bailara rumba, que lo haría muy bien. Yo les decía que la bailaba bien porque la sentía, igual que el ballet. Ésa ha sido mi lucha”, indicó Alonso, que entró en 1940 en el Ballet Theatre de Nueva York, donde emprendió su andadura como primera bailarina.
Sobre la nueva etapa que se abre entre Cuba, su “amado” país natal, y Estados Unidos, donde se consolidó como bailarina de primera línea, Alicia Alonso desea que se sigan estrechando lazos y se propicie un flujo de intercambio cultural más intenso a un lado y otro del estrecho de La Florida.
“Si los intercambios culturales se facilitaran nosotros estaríamos más que contentos y satisfechos de decirles (a los estadunidenses) que sí. Nos gustaría visitar pronto EU con el Ballet Nacional de Cuba. Tenemos grandes amigos allí”, aseguró.
Cada mañana acude a los ensayos, donde a pesar de sus dificultades de visión y con la ayuda de una asistente, da claras instrucciones a los bailarines sobre cada paso de la coreografía, que se sabe de memoria y que ella baila en su mente mientras escucha la música.
“Uno no puede estar nunca satisfecho con cómo baila, uno tiene que exigirse más y más. Al cuerpo humano hay que hacerlo trabajar más”, afirma una exigente Alonso.
Alonso, leyenda viva del ballet y figura indiscutible de la escena cultural de Cuba, reflexiona unos segundos cuando se le pregunta por su principal legado artístico: “Mi legado es el clasicismo, una técnica muy limpia. He sido siempre muy estricta con las posiciones del cuerpo, las piernas estiradas, el cuello, el movimiento preciso de los brazos. Creo que eso es muy lindo”.
Retirada de los escenarios desde hace años, todavía se deja ver de vez en cuando sobre las tablas cuando sale a saludar al público al finalizar alguna de las funciones del Ballet Nacional de Cuba, claramente reconocible con su banda en el pelo y sus labios rojos.
“¿Qué se siente?. Qué difícil es de explicar lo que se siente porque se siente de todo. Una gran responsabilidad, lo primero. También un deber y un gozo”, rememora.