Desde que el presidente anunció el 17 de diciembre que se reducirían las restricciones a los viajes y el comercio entre Estados Unidos y Cuba, la promesa de un puente comercial y económico entre Cuba y Estados Unidos continúa siendo una promesa; el fin del embargo requiere la aprobación del Congreso norteamericano
WASHINGTON. No se acaba con una rivalidad de medio siglo de la noche a la mañana. Pero Washington y La Habana han dado los primeros pasos. Sobre todo el presidente Barack Obama quien ha despertado esperanzas de cambio, sobre todo entre los jóvenes cubanos: del fin de las sanciones, de libertad de expresión o para viajar, de pluralismo político pero ahora se enfrenta a una de las decisiones más esperadas.
Debe decidir pronto si renueva por un año más la base legal del embargo a Cuba o la elimina, un paso que estaría cargado de simbolismo, pero que, según los expertos, podría anular su autoridad para relajar las sanciones a la isla mediante decretos ejecutivos.
Obama ha de decidir antes del próximo 14 de septiembre si prolonga las sanciones a Cuba bajo la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, un estatuto de 1917 al que John Kennedy recurrió en 1962 para imponer el embargo económico a la isla y que desde entonces han renovado, año tras año, los nueve siguientes presidentes de Estados Unidos.
Cuba es actualmente el único país del mundo sancionado bajo esa ley, que autoriza al dirigente estadounidense a imponer y mantener restricciones económicas a estados considerados hostiles.
No obstante, el efecto de esa ley en términos de las sanciones a Cuba es más simbólico que real porque el embargo se ha reforzado a lo largo del último medio siglo mediante otros estatutos, incluido uno que estipula que solo el Congreso puede levantarlo por completo.
A primera vista, Obama entraría en una contradicción si, después de ocho meses insistiendo en que el Congreso debe levantar el embargo, decide mantener a Cuba vinculada a la ley que permitió instaurar esa medida hace cinco décadas.
Pero Robert Muse, un abogado considerado por muchos como el mayor experto en la legislación estadounidense respecto a Cuba, cree que Obama estaría haciendo “algo muy peligroso” para su propia política si deja que caduque la base del embargo.
“Es irónico, pero podría ser contraproducente” si lo hace, aseguró Muse.
El embargo quedó codificado como ley en 1996 mediante la legislación Helms-Burton, que estipula que las restricciones económicas deben mantenerse en vigor hasta que Cuba cumpla ciertas condiciones, entre ellas que la familia Castro abandone el poder.
Muse argumentó que, si Obama deja que el 14 de septiembre caduque la disposición sobre Cuba en la Ley de Comercio con el Enemigo, podría perder su “flexibilidad para conceder permisos y cambiar las reglas” de aplicación del embargo, que pasaría a estar en manos del Congreso en todas sus dimensiones.
“Si Obama usara su autoridad ejecutiva respecto al embargo, éste se quedaría como un trozo de queso que tiene tantos agujeros que ya no le queda queso. Sería una reliquia”, advirtió.
Amnistía Internacional ha pedido varias veces a Obama que deje caducar las medidas referentes a Cuba bajo la Ley de Comercio con el Enemigo, al considerar que eso enviaría al Congreso un mensaje rotundo sobre la necesidad de levantar el embargo.
“Creo que los activistas que reclaman un mayor acercamiento a Cuba van a ejercer presión al presidente para que desvincule a Cuba de esa ley porque considerarán que simbólicamente es un gesto más importante que el riesgo a lo que Obama pueda hacer con decretos”, dijo a Efe otro experto en comercio con Cuba, John Kavulich.
Muse, en cambio, considera que Obama sí podría renovar fácilmente la medida y explicar a la opinión pública que está prorrogando su propia autoridad, “manteniendo vivo” su poder para cambiar las regulaciones relativas al embargo, como ha hecho en los últimos años.