El catering judicial de Naciones Unidas mantiene en jaque al general retirado y hoy presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, al señalarlo como jerarca de La Línea, estructura mafiosa implantada en el SAT guatemalteco para monetizar el contrabando y maximizar el negocio de la sombra tributaria.

 

Su amante y operadora del negocio, Roxana Baldetti, fue hasta el fin de semana la cabeza más visible de la trama. Dueña de varios spa y de mansiones ubicadas en un extenso mapamundi: Estados Unidos, Italia y paraísos guatemaltecos, Baldetti abandonó la casa presidencial el 8 de mayo tras los primeros resultados de la investigación a cargo de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), vinculada a Naciones Unidas.

 

Al mejor estilo de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), la CICIG intervino 88 mil 920 conversaciones telefónicas y más de cinco mil 900 correos electrónicos, cuyos principales nodos fueron la propia vicepresidenta y su secretario particular, el coronel Juan Carlos Monzón. “Tenemos la voz del presidente en las intervenciones telefónicas”, comentó ayer Thelma Aldana, jefa del Ministerio Público guatemalteco.

 

Con la renuncia de Baldetti, el 8 de mayo, el presidente Pérez Molina pensó que se amputaba el órgano más afectado por la gangrena de La Línea; un dique que impidiera el paso de los brazos de la CICIG pero tres elementos fisuraron su creencia. La aprehensión de Roxana Baldetti la mañana del pasado viernes, la renuncia de los últimos dos secretarios que lo acompañaban en su largo peregrinar, Educación y Economía, y la revelación sin duda de la CICIG sobre la cabeza de la estructura de La Línea: el presidente.

 

Otto-Especial

 

Frente a la debilidad de las instituciones de justicia y seguridad guatemaltecas, el 12 de diciembre de 2006 Naciones Unidas y el gobierno guatemalteco en turno firmaron la creación de la CICIG con miras a desarticular “aparatos clandestinos y cuerpos ilegales de seguridad”, entre otros objetivos. Desde el sábado por la noche, la CICIG no tenía dudas de que Pérez Molina es la cabeza de La Línea. Suceso que catalizará el final del gobierno de Pérez Molina.

 

El fiscal del Ministerio Público, Juan Francisco Sandoval, en una entrevista con el periódico Prensa Libre (24 de agosto) revela que le sorprenden tres aspectos de la investigación sobre La Línea: “el nivel de las personas que participaron en esta actividad ilícita”; “he tenido la oportunidad de investigar grupos criminales organizados, pero éste estaba tan organizado que era toda una empresa mercantil, pero ilícita”; “lo que provocó en la sociedad el resultado de la propia investigación”.

 

Guatemala no puede llevar sobre la espalda a un presumible delincuente como Pérez Molina que seguramente aprendió y perfeccionó lo que ahora aplica a través de una especie de benchmarking, es decir, lo que en los años sesenta hicieron los generales Manuel Antonio Callejas y Francisco Ortega Menaldo, el Sindicato y la Cofradía, estructuras paralelas de corrupción empotradas en secretarías de Estado.

 

La noche del domingo, Pérez Molina dirigió un mensaje a la nación, y siendo fiel a ese tipo de mensajes, el mandatario habló bien de él y señaló a fuerzas internacionales como el origen del mal en su gobierno. Eso sí, pidió disculpas por haber nombrado a gente corrupta. Segundos después, el hashtag #YoNoTengoPresidente se convirtió en la editorial de una parte de la sociedad civil guatemalteca. En efecto, nuestro país vecino se ha quedado sin presidente aunque Otto Pérez Molina continúe en funciones. Cosas de la Matrix política.