La cláusula de rescisión fue inventada en el futbol español con tres finalidades claras: la primera, que tanto club como jugador pudieran acabar un contrato de manera unilateral (siendo el pago estipulado en esa cláusula, la indemnización por terminar anticipadamente un vínculo); la segunda, proteger a un futbolista del interés de otros equipos con cantidades fuera de mercado; la tercera, dar pauta a que una estrella pudiera marcharse incluso a donde su propietario no lo deseara (por ejemplo, al acérrimo rival).
La actual cláusula de rescisión de Cristiano Ronaldo supera los mil millones de dólares, así como la de Lionel Messi está por debajo de los 300. Cantidades muy distantes, aunque bajo el contexto actual inimaginables a cambio de ningún crack.
El quebradero de cabeza en este sentido comenzó cuando en julio de 2000 el Real Madrid se atrevió a desembolsar la cláusula de rescisión que tenía firmada Luis Figo con el Barcelona. Sesenta millones de dólares (o su equivalente, todavía entonces en pesetas españolas) parecían suficientes para disuadir a cualquier comprador, pero no lo fueron en este caso. Es decir, que la cifra que lucía impagable, al paso del tiempo lo fue.
Por ello las entidades españolas buscan amarrar a sus figuras con montos imposibles… o al menos eso pensaba el Barcelona en su vínculo con Neymar.
Según ha circulado en la prensa británica, Manchester United se lanzaría por el ofensivo brasileño con una cantidad de 260 millones de dólares, a los que habría que añadir los 115 millones de dólares a destinar al sueldo del jugador durante los siguientes cinco años: ¡casi 400 millones en una sola operación!
En el mundo existen pocos futbolistas con la capacidad futbolística y mercadológica de Neymar. Incluso, dejando el top-5 del balón (al que sin duda pertenece el ex de Santos), la distancia es grande respecto al resto. El Barça debe de saber la dimensión de esa eventual pérdida, aunque el asunto ya no está en sus manos: bastaría con que el United depositara esos 260 millones (que incluyen impuestos) para que los blaugranas no tengan nada que mover u opinar. Mientras eso sucede, y si es que prefieren retener al crack que recibir un cheque que duplicaría al hasta ahora traspaso más caro de la historia, tendrán que mejorarle el contrato para quitarle tentaciones de huida.
Difícil decisión, porque 260 millones de dólares es demasiado dinero y también porque Neymar es demasiado jugador. A eso añadir que, de ocurrir el movimiento esta misma semana (última con registros abiertos en Europa), el Barcelona quedaría desarmado toda vez que no puede efectuar contrataciones hasta el mes de enero.
El interés del United es evidente, pero pagar esa cifra a mí me suena a mero rumor, por mucho que los clubes ingleses estén por recibir cantidades elevadísimas por su nuevo contrato de derechos televisivos.