“Every day my people dey inside bus
Forty-nine sitting, ninety-nine standing
Them go pack themselves in like sardine
Them dey faint, them dey wake like cock”
-Fela Kuti
Hace poco terminé de leer “Every day is for the thief”, la última novela de Teju Cole, un reciente, pero cada vez más relevante autor nigeriano radicado en Estados Unidos. La novela sigue al personaje principal en su viaje por Nigeria, quien regresa a visitar a su familia y viejos amigos a su país natal, del cual se despidió para perseguir el sueño americano.
No conozco Nigeria, pero como mexicano, mientras devoré este libro, no pude evitar comparar cientos de situaciones que tienen lugar en Lagos, Nigeria, con aquellos que suceden en el DF.
Con un número de habitantes similar y compartiendo algunos de los problemas que vivimos los chilangos (tráfico, falta de servicios públicos, hacinamiento, desigualdad, una compartida sensación de caos generalizado), llegué a la conclusión de que Nigeria y México, aunque estén a miles de kilómetros de distancia y con condiciones históricas y actuales muy distintas, tienen mucho más en común de lo que yo creí.
Durante la novela, Teju Cole explica y compara la canción “Shuffering and Shmiling”, del compositor y multiinstrumentista nigeriano Fela Kuti, con una condición social nacional en la cual la población siente una presión cultural por sonreír y ser felices a pesar de la evidente adversidad de la vida diaria.
Estoy convencido que en México se vive una situación similar. A pesar de los problemas económicos, políticos, de seguridad… que amenazan nuestra estabilidad día con día, el mexicano continúa pensando que lo mejor está aún por venir, mientras que espera pacientemente con una buena actitud.
Más allá de mi percepción, recientemente se publicó un estudio serio y bien fundamentado de las Naciones Unidas llamado World Happiness Report. En éste se mide la felicidad generalizada de la población de numerosos países, tomando como variables el PIB, apoyos sociales, esperanza de vida, libertad para hacer elecciones de vida, percepción de la corrupción, entre algunas otras.
México se posicionó en el lugar 14 de 158; Nigeria en el lugar 78, por encima de países como China, Portugal, República Dominicana o India. No es una posición tan favorable como la nuestra, sin embargo, esto se puede debatir cuando se compara con otras publicaciones. Una encuesta del Pew Research Center arrojó que el 92% de los nigerianos son optimistas de su futuro y el 80% espera que sus hijos vivan mejor que ellos.
Pero no es solamente la esperanza del futuro o el buen humor lo que compartimos los mexicanos con los nigerianos.
Al Igual que México, Nigeria tiene el potencial para ser una nación desarrollada. Sin embargo, su subdesarrollo se puede culpar en los mismos tropiezos que los nuestros: un nivel corrupción rampante y un pésimo manejo de los ingresos públicos.
Nigeria se posiciona como el décimo país en nivel de reservas de petróleo a nivel mundial, mientras que México ocupa el número 18. Para ambos países, el petróleo ha representado un ingreso multimillonario para el gobierno, y más aún para algunos gobernantes. Según un artículo de The Economist publicado en marzo de este año, en Nigeria se roban más de 100,000 barriles de petróleo crudo al día.
Este tipo de delitos se llevan a cabo con la absoluta complicidad de las autoridades. En México, el problema radica en la “ordeña” de gasolina, es decir, tomas clandestinas de ductos de Pemex. De 2013 a 2014, se detectaron casi 6 mil perforaciones: un crimen para el cual la colusión de funcionarios de Pemex es indispensable.
Nuestros países se encuentran entre los últimos en percepción de corrupción. Según el último reporte de Transparencia Internacional, Nigeria ocupa el lugar 136 de 175, mientras que México ocupa el lugar 103.
Los problemas de seguridad en Nigeria también son graves. Durante los últimos años, se ha dado un incremento sustancial en los ataques del grupo terrorista islamista Boko Haram, mejor conocido por el secuestro de 276 niñas de una escuela en abril de 2014. Asimismo, las masacres de gran escala en pueblos recónditos en el norte Nigeria también son escenas aterradoramente frecuentes.
En México no existe un problema de violencia sectaria o religiosa como en Nigeria, pero tenemos a los Zetas, a los Templarios o al Cártel de Sinaloa. En cifras totales, el número de muertos y desaparecidos en nuestro país supera por mucho a los de Nigeria.
Como lo muestran las últimas cifras de inversión extranjera, la seguridad muchas veces no es un factor determinante para las grandes compañías transnacionales decididas a invertir en México o Nigeria: sabemos que pueden gastar en seguridad privada para sus empleados e instalaciones. Este enorme problema más bien amenaza el incremento de pequeños y medianos empresarios, quienes restringen inversiones por miedo a ser víctimas de robo o extorsión.
México exporta toneladas de drogas a todo el mundo, incluyendo África Occidental, mientas que Nigeria exporta engaños por internet, conocidos como “Nigerian scams”. Todos hemos recibido alguna vez en nuestra bandeja de entrada la promesa de que un “príncipe nigeriano” nos heredará millones de dólares siempre y cuando depositemos algo de dinero en una cuenta. Este tipo de fraude casi siempre sale de Nigeria y, desgraciadamente, miles de ingenuos usuarios caen en la trampa.
Así, separados uno del otro por un océano, pero unidos por problemas en común, Nigeria y México continúan sufriendo y sonriendo, como dijo el talentosísimo Fela Kuti.
Nuestros países tienen el potencial de ser líderes regionales: entre muchos otros atributos, tienen recursos naturales, capital humano y una buena perspectiva ciudadana sobre el futuro.
Queda en nosotros si los promisorios pronósticos del futuro se cumplen o no.