La revolución global de las comunicaciones es una fuerza capaz de alterar la economía mundial, sacudir regímenes políticos en el todo el planeta y alterar el comportamiento de las sociedades.

 

Con el arribo del “Internet de todo”, queda claro que el futuro no es ese distante y extraño universo de nuestras fantasías cinematográficas, sino que está a la vuelta de la esquina. Digamos el 2020:

 

Según la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT), para ese año estarán ya funcionando cerca de 25,000 millones de dispositivos conectados en red. Si el 2015 terminará con 2,800 millones de dispositivos interconectados, en 5 años, el “Internet de las cosas” (m2m) triplicará a los habitantes del mundo.

 

En la misma lógica de la legendaria rana que entró a la olla de agua cuando ésta empezaba a calentarse, vivimos en un mundo en el que los efectos de la innovación tecnológica ya no parecen sorprendernos.

 

  • Aunque casi de la noche a la mañana una empresa como Uber pueda ser valorada en hasta los 100 mil millones de dólares.

 

  • Aunque un grupo como ISIS sea capaz de utilizar las redes sociales como un efectivo instrumento de marketing político para promover un brutal retroceso de la civilización islámica de varios siglos.

 

  • Aunque en países como Brasil, o México, los niveles de aprobación de sus gobiernos e instituciones tradicionales se desplomen como nunca, ante el mismo tipo de hechos de corrupción y violencia que hasta hace poco apenas llegaban a las páginas interiores de los diarios.

 

Es muy claro que las grandes transformaciones en la industria de las telecomunicaciones tienen efectos directos en la economía, la política y el comportamiento social.

 

Al interior del sector, el cambio ha llevado a la tumba a viejos modelos de negocio (las disqueras), ha provocado guerras entre viejos aliados (Televisa/Telcel) y genera estragos en buena parte de los medios de papel. El viejo paradigma de que “el contenido es rey” es hoy apenas un deseo. Pero hacia afuera, el efecto principal ha sido una enorme expansión de las comunicaciones en prácticamente todo el planeta.

 

Más allá de diferencia regionales e incluso, parcialmente, de nivel de ingreso, el cambio ha sido generalizado y radical. En una misma generación pasamos de las enciclopedias a Google, de la televisión analógica a Youtube, de la telefonía fija a Whattsapp. Y mucho más.

 

Por supuesto que a la par de la expansión de la banda ancha inalámbrica, el crecimiento de la telefonía celular es un factor que acelerará aún más el ritmo de cambio.

 

Según la misma UIT, tan sólo en este 2015 el número de “celulares inteligentes” que serán vendidos mundialmente será de 1,400 millones. Esto es, uno para cada 5 habitantes del mundo. En un año.

 

En un contexto en el que la inequidad económica sigue creciendo, no deja de ser relevante considerar el gran potencial de transformación de esta revolución en la que la información es más barata que nunca, y la comunicación es, inevitablemente, interactiva, global e instantánea.

 

Por ello, con “el Internet de todo” (the rise of the machines), la revolución de las comunicaciones permite, tanto a países como a individuos, construir nuevas realidades.

 

*Editor de la revista Todos somos americanos