Hemos estado comentando los riesgos globales que cada economía está enfrentando. La posible normalización en las tasas de interés por parte de la Fed hacia el último trimestre del año, así como la desaceleración que viene registrando la economía de China, está generando efectos de “riesgo” hacia nuestra propia economía. Variables como el tipo de cambio, tasas de interés y precios del petróleo marcarán el escenario 2016.

 

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Estamos viviendo un proceso de depreciación cambiaria ante una caída en los precios del petróleo. Por ello, es claro que para dar certidumbre a la sociedad, a los empresarios y a los inversionistas, el Gobierno Federal tiene que actuar con mucha prudencia especialmente en temas de seguridad, por un lado, pero también tiene que ser muy transparente en el gasto público.

 

Un gasto público que tiene que destinarse en mayor medida a la parte “productiva” y no solamente al gasto corriente y en programas sociales, ya que el recurso estará muy limitado.

 

Hasta ahora, la tasa de crecimiento trimestral supera niveles de 2.0% que ante un entorno internacional lo podemos catalogar de “saludable”, pero insuficiente para las necesidades de México.

 

Un motor importante para nuestra economía es el crecimiento en Estados Unidos. Todo apunta a que en este segundo semestre las cosas estarán mejorando y nos ayudarán a reactivar la producción industrial y a recuperar espacios en nuestras exportaciones. El otro motor es el crecimiento en la demanda interna.

 

En cuanto a la demanda interna, hemos estado observando datos que hasta ahora han ayudado al incremento en el consumo. Este lunes conocimos datos del financiamiento del sector bancario. En los primeros siete meses ha observado un repunte que alcanzan tasas de 6.9% y solamente en julio aumentó 7.7%.

 

No hay duda de que el incremento en el empleo viene contribuyendo a un mayor dinamismo, así como un mejor desempeño en las remesas familiares cuya tasa de crecimiento anual al mes de julio alcanzó 11.7% (donde el tipo de cambio actual ayuda a las familias mexicanas).

 

Sin embargo, queda muy claro que los bancos están dirigiendo en mayor medida sus esfuerzos a buscar los créditos de nómina donde la retención es directa y reduce los riesgos de una cartera morosa y/o vencida. Por ejemplo, en los primeros siete meses del año la tasa de crecimiento en el crédito por nómina aumentó 16.3% y tan sólo en julio la tasa de crecimiento fue de 16.7% mientras que las tarjetas de crédito no han crecido en este 2015.

 

Creemos que esta nueva mezcla que conforma el crédito bancario también tiene un efecto por la reforma fiscal que entró en vigor en 2014, donde el tema de fiscalización generó que la población haga menos uso de la tarjeta de crédito y se dirija hacia el “efectivo”. La tasa de informalidad alcanza ya niveles superiores a 58%.

 

Ahora, la pregunta es qué tanto la economía mexicana puede seguir impulsando el aumento del empleo con estas tasas de crecimiento. También hay que recordar que “teóricamente” existe una limitación en los préstamos de nómina al tener que dejar un 30% del sueldo para las necesidades básicas. Por eso la pregunta es: ¿Qué tanto puede incrementarse más y contribuir al aumento en el consumo interno?

 

Los bienes durables han incrementado a una tasa acumulada en el año de 4.3% cuando en los primeros siete meses del 2014 el crecimiento fue negativo. El sector vivienda también registra un aumento en el mismo período de 8.6% frente a 3.9% en el mismo período del 2014.

 

Así, la demanda interna avanza, pero esta mezcla de financiamiento tiene un límite que no está tan lejano. Por ello, se deben cuidar las condiciones macroeconómicas en un período de gran incertidumbre mundial y crecimientos más acotados, Banxico y la Secretaría de Hacienda seguirán con tareas muy claras y actuar preventivamente para evitar sorpresas negativas.