Es una sustancia altamente adictiva para aquellos que la producen. Provoca en el adicto caer en una zona de confort donde simplemente ha gozado de sus beneficios, sin preocuparse por los efectos secundarios, mientras que su carencia puede tener efectos en su salud financiera.
Los países productores de petróleo se encontraron con la realidad de que apenas eran un puñado en el mundo, mientras que las nuevas tecnologías que se multiplicaron en el siglo XX requerían de ese energético para moverse.
No eran pocos los que simplemente perforaban la tierra y llenaban millones de barriles de crudo que se vendían como pan caliente. Era dinero fácil y totalmente apegado a la ley.
Y el petróleo, como el alcohol, no es responsabilidad de la bebida sino de quien la consume, en el caso del hidrocarburo es la responsabilidad de quien lo produce.
Hoy todos los productores de petróleo sin excepción enfrentan las consecuencias de un mercado que se deprimió rápidamente, los precios del barril de 159 litros del crudo pasaron en unos cuantos meses de los cien dólares a los 40.
Sólo que no todos los efectos son iguales. Hay quien ha sustentado su economía en los ingresos obtenidos del petróleo y hay quien ha cuidado su negocio y ha entendido la volatilidad de su precio al momento de pretender gastar esos recursos.
Pongamos dos extremos para acomodar en medio a muchos de los productores que hoy padecen la baja de ingresos petroleros. En la parte alta está Noruega y en la cola sin duda se encuentra Venezuela.
Noruega es una nación que desde el momento mismo que vio su potencial de ser un gran productor decidió administrar sus ingresos para reinvertir primero en su propia industria, que funciona con los más altos estándares de eficiencia desmintiendo que una empresa pública no puede ser eficiente.
Los ingresos excedentes a esa reinversión se han depositado en un gran fondo que hace de Noruega uno de los países más ricos, más estables y más felices del mundo. Hoy estos escandinavos sufren porque hay cierto desempleo en el sector petrolero.
Venezuela sustentó las calenturas socialistas de Hugo Chávez en los ingresos del petróleo. Hoy ese país no tiene más industria, el mercado interno está destruido, además de la falta de libertades y con 70% menos ingresos petroleros.
Otros productores tienen sus propias calamidades. Canadá, el quinto productor de petróleo del mundo, está en recesión. Colombia está a punto de sufrir una degradación en su calificación crediticia. Rusia tiene una crisis económica que sus autoridades ya no pueden esconder.
Otros son más cerrados con sus finanzas, pero no hay duda que naciones como Arabia Saudita, Kuwait o Irán hoy enfrentan serios problemas con sus cuentas públicas.
Y el caso de México que tuvo la virtud de abrir su comercio de manufacturas y con ello dejó de depender en su balanza comercial de los hidrocarburos, pero que no ha hecho gran cosa para dejar de dilapidar los ingresos energéticos vía el gasto público.
Este país enfrenta además las consecuencias de haber exprimido de forma impune a su empresa petrolera y no reinvertir en el mejor negocio que tenía el Estado. Pemex ha dejado de producir millones de barriles al día y los que se extraen se venden baratos.
Son entonces muy pocos los que saben controlar esa adicción fiscal que provoca el petróleo, por eso tantos productores presentan los perniciosos síntomas de la abstinencia de esos dólares.