NICKELSDORF, Austria. Tras semanas de viaje, de cruzar países y de arriesgar la vida para llegar a Europa, la mayor preocupación de muchos de los refugiados que entran en Austria desde Hungría es encontrar un taxi que les aleje de la frontera y les acerque al sueño de una vida sin guerra.
“¿Nos llevas a Viena? Te damos dinero”, interpela una joven en la carretera al periodista que se acerca en coche al paso fronterizo de Nickelsdorf, por el que desde la pasada madrugada han entrado unas tres mil personas.
Las inmediaciones del antiguo control aduanero, ahora en desuso en esta Europa sin fronteras, están ocupadas por cientos de personas, procedentes de países donde la guerra hace imposible la vida, como Siria, Irak o Afganistán.
Van entrando a pie, por un carril de bici que une los dos países, después de que el tren que tomaron en Budapest les haya dejado en la localidad húngara de Hegyeshalom, a diez kilómetros de la frontera.
Muchos están agotados y duermen en el suelo, en tiendas de campaña o recostados en paredes y vallas. Algunos hacen cola para recoger la sopa caliente y el pan que reparte la Cruz Roja. Pero la mayoría pregunta y busca la manera de seguir hacia Viena y, desde allí, a Alemania, el destino al que la mayoría quiere llegar.
¿Dónde se alquila un auto?
Issa Georges, un sirio de Wadi al Nasara, en la frontera con Líbano, pregunta incluso dónde se puede alquilar un coche o, al menos, encontrar un hotel para descansar.
Con un grupo de amigos, este estudiante de Turismo lleva un mes de viaje desde que salió de Siria, pero le espanta la idea de tener que esperar turno para coger uno de los autobuses que las autoridades austríacas van fletando para llevar a los refugiados a Viena o a otras ciudades desde las seguir su camino en tren.
Muchos no saben qué hacer, dónde esperar y cómo llegar a la capital austríaca.
Ante la llegada de un convoy de autobuses, la cosa se aclara y se forman las filas para abordarlos. Hay impaciencia entre los refugiados y los agentes de Policía les instan, unos de buenas maneras y otros amenazantes y de malos modos, a que se echen hacia atrás y esperen.
Algunos refugiados cuestionados por EFE afirman que llevan aguardando desde ayer, otros que llegaron hace unas horas y ya están en la fila para abordar los autobuses.
El alivio, las sonrisas y hasta los saludos a las cámaras son la norma entre quienes, por fin, logran subir a los vehículos.
50 euros por persona
Quienes pueden, toman un taxi. Algunos se acercan, negocian el precio y se van rápido.
La Policía intenta que también el acceso a los taxis sea controlado y que nadie salga a la carrera y trate de llegar a la autopista para dirigirse a Viena a pie, como ocurrió hoy en algún momento hasta el punto de que hubo que cerrarla al tráfico para evitar atropellos.
Una larga fila de taxis espera a unos 300 metros de donde está la masa de refugiados. De repente, se oyen gritos y un gran grupo de refugiados corre para hacerse con uno.
El precio que ofrecen los conductores, 50 euros por persona para cubrir los 74 kilómetros hasta Viena.
“Usando el taxímetro les saldría más caro”, aclara uno de los choferes.
Llegan y salen más autobuses llenos de refugiados. Según fuentes policiales, unas 3.000 personas han sido recogidas hoy en Nickelsdorf.
Pronto llegarán más. Serbia espera la llegada de unas 20 mil personas en los próximos días, que tratarán de entrar y salir rápido de Hungría antes de que el próximo día 15 entre en vigor en este país la nueva legislación que considera un delito penado con la cárcel la entrada ilegal en el país.