Hace algunos años, me tocó presenciar la charla de un alto ejecutivo de Facebook en la que fue muy enfático acerca de la propuesta de valor de la compañía: atender a una necesidad básica del ser humano, la interacción social. No se trata de otra cosa, sino de las personas, insistía. Eran los momentos en que la empresa aún no cotizaba en bolsa y por ende, no se veía obligada a tomar decisiones de negocio que congratularan a sus principales accionistas. A pesar de eso, si revisamos diferentes conferencias recientes de su CEO, Mark Zuckerberg, el joven insiste en lo mismo: el producto, los usuarios, la interacción humana, están por encima de todo en la empresa.

 

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Su más reciente “anuncio” parece ser consecuente con esa visión. En una plática hace unos cuantos días, Zuckerberg afirmó que la compañía está trabajando en un botón de “No me gusta”, que aunque propiamente no será un “No me gusta” textual, ni necesariamente mostrará un ícono con un pulgar hacia abajo, opuesto al ya existente “Me gusta”, mediante el que su audiencia muestra agrado ante una publicación determinada, si permitirá expresar empatía ante ciertos acontecimientos, sin necesariamente caer en la poco apropiada frase de “Me gusta”.

 

El anuncio me parece consecuente con la visión orientada al interés de sus consumidores, porque según el mismo Zuckerberg explicó, llena un vacío existente en ese mar de afectos en que se ha convertido su plataforma. Si alguien publica con pesar que un familiar ha fallecido, por ejemplo, ¿es correcto solidarizarse diciendo “Me gusta”? O, ¿Qué expresamos si alguien por ejemplo, posteara un artículo que hiciera referencia a alguna noticia desafortunada, por ejemplo, la reciente muerte de un niño sirio de tres años, que con su familia emprendía un viaje buscando una mejor vida?

 

Sorprendentemente, la decisión ha generado bastante polémica. No pocos usuarios en redes sociales mostraron su descontento y sobre todo, preocupación, al interpretar que la decisión abre una puerta para enfrentar a la gente, y dar herramientas para la destrucción de las reputaciones sociales. Bullying cibernético, en otras palabras. Además de estos, medios de gran reputación internacional como Vanity Fair, o el diario ABC de España, entre otros, han publicado opiniones que comparten la preocupación, uno coincidiendo con la visión destructora que cuestionan algunos usuarios, el otro incluso yendo más allá al plantear que Facebook está atentando contra su modelo de negocios, pues no muchos anunciantes querrán aparecer en un lugar donde la negatividad puede expresarse a diestra y siniestra mediante el tan mencionado “No me gusta”.

 

Creo que la interpretación se basa por tomar tan textual la frase “No me gusta”. Si se entiende que el objetivo no es expresar desagrado sino opinar en relación a una situación para la que el “Me gusta” no hace sentido, los miedos se disolverían. También si se deja de analizar solo desde un punto de vista narcisista (cómo van a dañar los sentimientos de la gente diciendo “No me gusta” ante la foto de una boda, un viaje, o una simple selfie, se preguntan los opositores a la medida), y se lleva al terreno de las ideas, que por fortuna igualmente tiene su espacio en Facebook, también se entenderá la lógica de la futura herramienta. Finalmente, otra forma de reducir el ruido sobre el tema es darse cuenta que al final, la gente ya puede no solo desaprobar algo, sino ir más allá mediante los comentarios que pueden ser tan o más ofensivos que un simple “No me gusta”.

 

La empresa está siendo más humana. En la vida hay cosas que nos gustan, otras que nos disgustan, unas que nos exaltan, otras que duelen. Facebook lo sabe, y solo quiere darnos más caminos para expresarlo. Y de paso, mantener a la audiencia digital más grande que cualquier plataforma social pueda presumir.