En México, la facultad de planear el territorio corresponde a los gobiernos municipales, y en el caso del Distrito Federal al gobierno de la Ciudad de México. Cuando un gobierno carece de los recursos para una buena planeación del territorio, esto ha sido un problema, porque ha dejado que las inmobiliarias planeen el espacio con las consecuencias negativas que eso conlleva.
Abordo el tema del futuro de los terrenos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) desde la perspectiva de la planeación del territorio por varias razones. La primera, que si bien el dueño de los terrenos es el Gobierno Federal, la facultad de planear lo que ocurrirá en ese espacio corresponde al GDF. La segunda, que el Gobierno del Distrito Federal tiene la obligación de planear los usos del AICM desde una perspectiva integral, pues no hacerlo así equivaldría a dejar en manos de los desarrolladores inmobiliarios la decisión de planear el espacio.
Las más de 700 hectáreas del aeropuerto son sólo una parte de la dinámica que representa. No se trata de trazar divisiones al terreno y cumplir a cabalidad la carta de usos, sino replantear otros usos de suelo en la ciudad a partir de una nueva relación con los terrenos del AICM.
La experiencia más próxima la tenemos en la Ex refinería de Azcapotzalco, hoy Parque Bicentenario. La colonia más cercana al parque, Huichapan, no puede tener acceso a él porque quedaron instalaciones de Pemex y Ferromex. Adentro, el parque ofrece pocos servicios a sus visitantes: no hay ni cómo comprar bebidas o comida. Es un parque incompleto, enrejado, que no aprovecha su máximo potencial como parque, ni la ciudad articuló la disponibilidad del terreno en su máximo potencial.
Los terrenos del AICM carecen de traza urbana, sólo están al servicio del aeropuerto mismo. Pensar que, en un extremo, el predio se subdivide para fines económicos, las pistas se vuelven autopistas, las terminales sólo tienen un uso productivo, sería terrible para la ciudad. Pero, en el otro extremo, pensar que todo el AICM se vuelve un parque público, me parecería también una mala decisión.
Ese espacio debe enfocarse al equilibrio entre una serie de servicios para la ciudad. Primero, el terreno debe dar permeabilidad a la zona. Hoy para pasar de Pantitlán al Bosque de Aragón es necesario rodear varios kilómetros; la sola permeabilidad acercará esta área verde a los habitantes del oriente de la ciudad.
Segundo, debemos fijar un porcentaje del terreno para área verde y espacio público en el polígono, pero también desarrollar una estrategia que permita, a partir del uso productivo del mismo, financiar la creación de áreas verdes y espacio público (a nivel de calle, por favor), en las colonias carentes de parques públicos.
Tercero, el predio puede generar recursos públicos para la Federación y el GDF, que ayuden a pagar el Aeropuerto de Texcoco y los trenes necesarios para conectarlo con la ciudad.
Cuarto, hay que considerar ubicar o reubicar instalaciones de la ciudad, que nadie quiere tener cerca, dentro del AICM: plantas de tratamiento de aguas, plantas de reciclaje de residuos sólidos, reservorio de agua potable. ¿Podríamos reubicar los talleres del metro de Zaragoza y Tasqueña en el AICM, obteniendo mejor valor del suelo en los espacios que hoy ocupan, que en medio del predio del aeropuerto? No lo sé, pero justo esperaría que la ciudad pudiera evaluar estas decisiones desde una perspectiva más amplia que la subdivisión del terreno en una carta de usos de suelo.
En cualquiera de los casos, como ha planteado el Gobierno del Distrito Federal, la planeación del espacio del aeropuerto corresponde a la ciudad y debe haber una discusión abierta sobre sus posibilidades.