El tópico dice que resulta casi irrelevante cómo llegan los contendientes a un Clásico, sus resultados previos, el funcionamiento o la inercia inmediata que acarrean, aunque la realidad es muy distinta.

 

Pensar que la victoria reciente ante Querétaro da pauta al Guadalajara para sentirse con elementos para jugar de tú a tú al América, parece iluso. Para dolor de su fiel e inmensa afición, Chivas asume que su primordial argumento para oponer resistencia al acérrimo rival es la entrega máxima o la solidaridad de su colectivo; de ninguna forma su capacidad futbolística o su plantel.

 

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A eso quedan reducidas las esperanzas del lastimado Rebaño, con la incógnita abierta respecto al impacto que pueda tener el enésimo cambio tanto en la dirección técnica como en el organigrama directivo. ¿Mayor motivación y afán de agradar al nuevo entrenador? ¿Incertidumbre, ansiedad y desconfianza?

 

Como tela de fondo que distorsiona prioridades y emociones, la situación del descenso. Chivas ha tenido un fin de semana perfecto al combinarse su victoria con la derrota de sus tres principales rivales (Dorados, Morelia y Puebla). Eso, más los indudables efectos curativos de todo cotejo ganado, habrían de aligerar el estrés de un plantel sumamente fastidiado.

 

“Soy exigente porque me gusta que entrenen al cien por ciento”, ha dicho el nuevo estratega, Matías Almeyda, como si se refiriera al hilo negro o a un tema místico apenas accesible para una reducidísima minoría. Tan absurdo como atribuir a su llegada el triunfo del domingo, sería iluminarse ante cliché tan grande; raro sería un DT que prefiriera que sus pupilos no trabajen al máximo o que desdeñara la exigencia.

 

Ya rodará el balón y con él las circunstancias de un nuevo Clásico, pero la diferencia entre los dos más amados de nuestro futbol a priori luce grande.

 

El América encabeza con amplia ventaja la tabla de cocientes, lo que deja clara su solidez en los últimos tres años (140 puntos por 85 del Guadalajara). Sin resultar ni remotamente ideal, el haber sido dirigido por cuatro hombres en ese lapso nos permite entender que su estructura de club es tan fuerte, que poca diferencia hace quién mande en su banquillo. A eso se añade la salida de pilares como Raúl Jiménez, Miguel Layún, Diego Reyes, Jesús Molina, Juan Carlos Medina, Maza Rodríguez, Aquibaldo Mosquera y el trágicamente fallecido Christian Benítez, que ha sido, con más o menos pesares, de alguna manera remediada.

 

Al tiempo, Chivas se sigue buscando y de tanto buscarse ya no sabe qué hallar. El gran plantel del certamen pasado fue desmantelado y hoy hay necesidad de volver a recargarse en veteranos o novatos. Para colmo, el súper pagado Ángel Reyna ha descarrilado con indisciplina el enésimo tren de su carrera y las lesiones han sido un mal recurrente en el plantel.

 

Bajo condiciones normales, los de Coapa deben de imponerse. Chivas, insisto, apelará a lo que a falta de futbol, puede presumir: corazón y sentido colectivo. El asunto es si con eso le alcanzará para por fin competir en el partido más seguido del torneo regular (por dar un dato: en las últimas cinco ediciones, apenas un gol rojiblanco por nueve amarillos).

 

Mal síntoma el acostumbrarse a llegar a un Clásico como víctima: por su historia, legado, trascendencia, afición, Chivas no debería de permitirse eso, pero lleva buen rato haciéndolo.

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