El peso mexicano ha generado mucho “ruido” entre la población en torno al desempeño actual y futuro de la economía mexicana. Durante varios sexenios, entre los 70 y hasta los 90, era de “rigor” que el peso mexicano necesitara una devaluación sexenal para mejorar la condición de las finanzas públicas nacionales.

 

Sin embargo, después de la devaluación aguda del peso en diciembre de 1994, la economía mexicana vivió una sacudida violenta y de choque, ya que en 1993 México inició su participación como miembro del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y en contraparte durante 1994 se vivió el tema de inseguridad y violencia que culminó con la devaluación del peso mexicano y el inicio de un mercado cambiario abierto. Esos recuerdos se tienen especialmente en la población cuya edad pasa de los 35 años.

 

A partir del año 2000 y hasta la fecha la estabilidad macroeconómica ha estado presente, donde la oferta y demanda dominan por períodos la tendencia en la cotización del peso.

 

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A partir de junio de 2014, el peso mexicano enfrentó un tema “coyuntural” que lo seguirá haciendo hacia adelante. Inmerso dentro de los flujos internacionales y con una operatividad importante entre las divisas mundiales, el peso ha registrado una presión de alza que lo llevó a finales de agosto a 17.30 frente al dólar, para situarse actualmente en 16.90. Hemos estado incluyendo diversos análisis que nos permiten un seguimiento exhaustivo del peso y su entorno en donde hemos detectado que, en ocasiones, el peso se correlaciona con el movimiento de divisas globales y otras en donde se sumerge más con monedas emergentes y ligadas al movimiento de materias primas como es nuestro caso con los precios del petróleo.

 

La decisión de la semana pasada de la Fed y la de Banxico este lunes generan que las condiciones monetarias tiendan a estabilizarse por momentos. Sin embargo, cuando estén por salir datos ligados a China y su economía, o bien información de Estados Unidos como empleo, inflación, ventas al menudeo y producción industrial, entre otras, podríamos ver algunos momentos de volatilidad; tampoco descartemos información económica de Japón que insistimos puede ser un tormento futuro.

 

No obstante, está claro que las condiciones de mejora no son de un solo dato sino que requieren tiempo y, por ello, los futuros para que la Fed mueva su tasa de referencia se encaminan hacia el primer trimestre de 2016, aunque por tema de credibilidad no hay que descartar diciembre de este año.

 

En ese sentido, es probable que los precios de energía traten de mostrar mayor estabilidad y el dólar se muestre menos agresivo, lo que equivaldría a esperar que poco a poco el peso mexicano recupere espacios y una baja de niveles de 16.50 a la venta en la parte interbancaria podría llevarlo hacia un siguiente rango entre 16.20 y 16.00 o, en un mejor momento, hasta 15.80 donde vemos señales de mayor precaución nuevamente. Ya lo dijo el doctor Agustín Carstens, que niveles de 15.90 no debemos de perderlos de vista.

 

Así y hasta finales de año, debemos buscar no “contaminarnos” en el día a día y saber que mientras no haya condiciones para que la Fed inicie su movimiento de alza, las divisas tenderán a recuperar un poco de terreno, paso a paso.