Miedo es la primera palabra que le viene a la cabeza a José García cuando se le pregunta qué recuerda del 26 de septiembre de 2014.
Él es uno de los sobrevivientes del ataque contra los normalistas de Ayotzinapa de aquella noche donde fueron asesinadas seis personas y desaparecieron 43 de sus compañeros; pero no sólo eso, sino que él estuvo en el ya famoso quinto autobús, el mismo que la Procuraduría General de la República descartó, pero el Grupo de Expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ponen como la clave del caso Iguala.
Hablar de esa noche le cuesta a José, sólo atina decir que los policías estatales los alcanzaron y los bajaron del autobús para mandarlos a su casa, pese a que sabían que algo grave había pasado.
El camino a casa fue lo más complicado para José, pues la escolta era ni más ni menos que un grupo de policías estatales,agrupación que horas antes había participado en el ataque a los normalistas según recuerda el muchacho. Al susto pasado se le sumaba el miedo por tener al lado a quien podía ser el verdugo.
“Muchos teníamos miedo, no sabíamos qué onda, muchos pensaron que los compañeros estaban detenidos, ya después empieza a pasar el tiempo, no aparecen, la autoridad investiga una semana después y es cuando comienza toda la indignación”, platicó José.
García es un chico de 20 años, que no mide más de 1.60 metros, delgado y rasgos de niño en la cara, no es la persona que vez en la calle y te echas a correr, al contrario, es alguien que generaría confianza si te lo topas en el parque.
La noche de Iguala marcó a toda la generación de Ayotzinapa, asegura Pepe, pues hubo quien decidió salirse de la escuela por miedo a que volviera a pasar, pero hubo otros que ese mismo miedo les dio la motivación para salir a buscar a sus compañeros que siguen desaparecidos ya a un año de los hechos.
“Quienes decidimos quedarnos fue porque en la escuela nos enseñaron que es muy importante: nunca dejamos a un compañero atrás, los que nos llegamos a quedar es por eso, porque no dejamos a nuestros compañeros atrás, ni a los padres de familia.
El miedo sigue existiendo, pero al final lo que siempre nos motivo fue los compañeros”, añadió.
El miedo se le quita a José cuando habla de sus compañeros desaparecidos (para él no están muertos hasta que se demuestre lo contrario), en especial cuando habla de Marco Antonio Gómez Molina, con quien lo une una amistad de años.
“(A Marco) lo conozco desde la infancia, somos amigos desde entonces. Hubo un tiempo en que estuvimos peleados, pero cuando nos reencontramos en la normal superamos ese enojo y volvimos a ser buenos amigos, y ahora lo quiero encontrar”, mencionó.
Convencido de que el gobierno mexicano los ha engañado desde la misma noche del 26 de septiembre, Pepe García tiene la esperanza de que con la intervención de instancias internacionales se pueda aclarar lo que pasó con sus 43 compañeros.
No descarta cualquier paradero, pero pone especial énfasis en el de los cuarteles del Ejército, como sucedió tras la matanza de 198 cuando a los sobrevivientes los llevaron a cárceles militares clandestinas.
“Esta lucha no va a acabar hasta que aparezcan los 43 desaparecidos, nosotros no nos vamos a cansar de pedir justicia aunque estemos en un país tan corrupto”, sentenció ya sin miedo José.