La más reciente entrega del Emmy no sólo fue histórica por haber tenido el rating más bajo en sus 67 años de existencia, sino por haber sido una entrega en la que ocurrieron varias “primeras veces” que le dieron un toque muy especial. Su formato, al igual que el del Oscar, ya está agotado, por lo que los productores de cualquier entrega de premios de ese vuelo deberá ingeniárselas para captar una nueva audiencia, sobre todo entre los Millenials y los de la llamada Generación Z.
Dentro de esas “primeras veces”, destacan tres en particular: En primer lugar, el triunfo de Viola Davis como Mejor Actriz de Drama por su trabajo en How to get away with murder (en la que también participa la mexicana Karla Souza). Como primera mujer afroamericana en ganar en dicha categoría, su discurso fue poderoso, emotivo y haciendo un merecido reconocimiento a las mujeres como ella que han luchado por un lugar, por un trabajo, no sólo en la televisión o el cine, sino en la sociedad en general.
El segundo fue el más que merecido premio para un actor cuya galanura y porte suelen etiquetarlo más como “galán” que como actor serio, pero que es uno de los más finos actores que hay actualmente. Jon Hamm, protagonista de Mad Men, no sólo dejó un personaje como Don Draper para la historia, sino que puso muy en claro que las 12 veces que ha estado nominado (tres por 30 Rock, una por Unbreakable Kimmy Schmidt y ocho por Mad Men) no fueron producto de la casualidad.
Increíblemente, Hamm fue el único integrante del elenco de Mad Men (y en su última oportunidad), que recibió un premio de actuación. Absurdo si se toma en cuenta que uno de los puntos más fuertes de la serie creada por Matthew Weiner era el trabajo de sus actores. Pero al menos no se cometió una injusticia que hubiera sido imperdonable.
Pero quizá la lectura más importante de esta entrega del Emmy fue que, por primera vez, el premio a la Mejor Serie de Drama fue a parar a manos de una producción que mezcla acción, sexo, violencia, intrigas y política mezclado con una buena dosis de fantasía: Game of Thrones.
Al igual que lo hizo la Academia de Cine de EU en 2004, cuando por fin premió con el Oscar de Mejor Película a una historia de fantasía como El Retorno del Rey, la Academia de TV reconoció por fin que la calidad y profundidad emocional de una serie no está peleada con que en la misma aparezcan dragones o elementos sobrenaturales, como ocurre en la historia creada por George R.R. Martin y que se ha convertido en el mayor fenómeno global que ha producido la TV desde que Lost llegó a cambiar la historia de la televisión en 2004.
Muchas personas podrán alegar, entre ellas quien esto escribe, que la serie por momentos peca de violenta, oscura, de ser gráficamente explícita, o que hay demasiados personajes como para poder seguirles el rastro a cada uno de ellos. Pero eso no le quita que sea una superproducción como quizá, no se había visto en la historia de la televisión. En ese sentido, HBO sigue marcando la pauta a seguir en la televisión por cable, aunque empresas de streaming como Netflix y Amazon Prime le van pisando los talones.
Game of Thrones, la serie más pirateada y descargada del mundo, ganó un Emmy (en realidad fueron 12, contando los técnicos, y estableciendo una nueva marca de galardones ganados en un mismo año) que para muchos le debían desde hacía unos años, aunque tuvo enfrente a Mad Men y Breaking Bad (aunque por ahí se atravesó un inexplicable triunfo de Homeland en su primera temporada), las cuales eran imbatibles.
Si bien se esperaba que la nostalgia por despedir a Don Draper, Peggy Olson y compañía recibieran el mismo tratamiento que Breaking Bad el año anterior, cuando lo ganó prácticamente todo, el impacto, fuerza, presencia y fenómeno de cultura popular en que se ha convertido Game of Thrones (además de su espectacular calidad) no podían pasar desapercibidos. Quizá el único “pero” que se le podría poner a su Emmy es que le fue entregado por la que ha sido hasta el momento, según la crítica y varios fans, su temporada más floja, en comparación con una de las más fuertes de Mad Men.
El triunfo de Game of Thrones fue merecido por lo que ha sido la serie a lo largo de los años, no esta temporada, pero significa una buena señal de que los nuevos contenidos, los atrevidos, los polémicos, los propositivos, así como la fantasía, pueden ser realizados con gran calidad y ser premiados por ello. Ojalá esto abra las puertas a ver ganar, en un futuro no muy lejano, a series de ciencia ficción, género que es uno de los más ricos en todos aspectos, pero también uno de los más menospreciados por los “académicos”.
Por lo pronto, millones de fans en el mundo pueden festejar el Emmy de Game of Thrones mientras siguen elucubrando qué demonios pasó con Jon Snow…