BARCELONA. Acaba la campaña electoral pero me temo que no vuelve la tranquilidad. Los resultados nos llevan de nuevo a una situación incierta. Los 62 diputados conseguidos por la candidatura del actual presidente (Junts pel Si) no bastan ni para la mayoría absoluta ni para la relativa. Precisa de los diputados de la CUP (Candidatura de Unidad Popular), independistas de extrema izquierda y que hoy ya han declarado que no le darán su apoyo. La situación, como he dicho, es pues muy incierta, con la posibilidad incluso de una nueva convocatoria de elecciones.

 

Los diputados de candidaturas independistas (Junts pel Si + CUP) tienen mayoría absoluta en el Parlamento pero no en el número de votos (47.8%), un aspecto importante si se tiene en cuenta que a estas elecciones se les daba, desde los independistas, un carácter plebiscitario.

 

El gran perdedor de estas elecciones ha sido el PP, el partido que gobierna en Madrid con mayoría absoluta, mientras el gran ganador lo ha sido Ciutadans, un partido relativamente nuevo, que nació en Catalunya precisamente para luchar contra la política de enseñanza que se dirige claramente a apoyar el catalán en la escuela. Tenía 8 diputados y ha pasado a tener 25, ocupando el segundo lugar en el Parlament de Catalunya.

 

Analizando someramente el reparto geográfico  de los votos, se observa que Ciutadans ha conseguido su mayor número de votos en el cinturón industrial de Barcelona donde residen la mayoría de los emigrantes que llegaron a Barcelona a partir de las décadas del 50 y 60 del pasado siglo procedentes fundamentalmente de Andalucía y Extremadura, una zona que era el gran caladero de votos del partido socialista de Catalunña y en menor medida de los comunistas del PSUC (Partido Socialista Unificado de Catalunya), padre del actual Iniciativa.

 

Perdedores aún que en menor medida lo ha sido también la candidatura formada por Iniciativa y el nuevo partido Podemos (Pudem). Tienen dos diputados menos que en la anterior contienda en la que se presentaba sólo Iniciativa.

 

En todo caso parece que ha quedado claro que Catalunya ha demostrado tener una dinámica social muy diferente de la del resto de España lo que debe hacer reflexionar al gobierno de Madrid. Se trata de una situación que no se va a resolver con la actitud políticamente pasiva que ha mantenido hasta ahora  creyendo que la movilización para la independencia iría pasando. No se puede ignorar que en este momento en el Parlamento hay una mayoría de representantes de partidos explícitamente independentistas y que los dos grandes partidos españoles (PP y PSOE) aquí son claramente minoritarios.  Sin embargo, acabo de escuchar declaraciones al respecto del presidente Rajoy y parece que sigue situado en el inmovilismo, haciendo referencia únicamente a la Constitución, presentada como una verdad religiosa..

 

En este momento nadie se atreve a hacer previsiones de lo que ocurrirá. En lo que parece haber consenso por parte de los analistas es que ahora hay que esperar, el próximo diciembre, las elecciones  generales que puedan cambiar la actitud del nuevo gobierno que haga posible el diálogo entre el gobierno catalán (si llega a constituirse) y el gobierno central.

 

De momento, todo está abierto.

 

Una reflexión: quienes lucharon en Catalunya por la democracia siempre lo hicieron con la voluntad de que autóctonos y emigrantes constituyeran un sola sociedad bajo el lema de és català el que viu i treballar a Catalunya (es catalán quien vive y trabaja en Cataluña) y se consiguió en gran medida.  Ahora, viendo los resultados, algo se ha roto. Frente a la dicotomía derecha-izquierda, las elecciones muestran una nueva dicotomía: independentistas y centralistas.