WASHINGTONRaúl Alvillar, director de política nacional del Partido Demócrata, es casi un comandante, a sus órdenes trabaja todo un ejército a lo largo y ancho de Estados Unidos pero hay algo que tiene aún más presente: su origen latino.

 

 

Nació en Nuevo México hace 37 años, en el seno de una familia humilde de origen mexicano a la que ayudaba con sus labores en el campo, hasta que se dio cuenta de que también podía aportar su grano de arena desde dentro del sistema, aún muy joven, cuando todavía estudiaba la educación secundaria.

 

Ya entonces decidió comenzar como voluntario en el Partido Demócrata, lo que le llevó a trabajar en el Congreso estatal y participar, desde muy pronto, en el desarrollo de campañas electorales y procesos políticos.

 

Hijo de padres divorciados, confiesa en una entrevista con Efe que esa experiencia le hizo tener que “crecer muy rápido”, y aprender a luchar para exprimir las oportunidades que uno tiene al alcance.

 

 

“Mi familia trabajaba en el sector agrícola y ganadero, cuidábamos animales, teníamos vacas y ese tipo de cosas“, relata.

 

Alvillar insiste en que haber crecido en ese entorno le ha hecho aprender una de las lecciones más importantes de su vida, que hoy continúa aplicando: “uno tiene lo que tiene, y tiene que lidiar y lograr con ello que las cosas funcionen“.

 

“La manera que tengo de trabajar hoy tiene mucho que ver con eso, trabajo con gente que puede no tener mucho dinero para sus campañas pero intento sacar lo mejor de los recursos que tenemos disponibles para lograr que sean elegidos”, apunta.

 

Y es que no solamente esa capacidad de aprovechar al máximo los recursos, hija de una niñez humilde, guía hoy los valores con los dirige Alvillar su trabajo y con él toda una red política en la primera potencia económica del mundo.

 

“Tiene mucho que ver con la construcción de relaciones. Asegurarse de que la gente, a todos los niveles, haga bien su trabajo, y si yo estoy bien con ellos, ellos también lo estarán”, argumenta, respecto a la complejidad que conlleva su labor por la ingente coordinación de equipos y campañas.

 

Tenemos un ejército de gente, mi equipo es un ejército. (…) Un brazo electoral que se encarga de conseguir que los candidatos demócratas sean elegidos, tanto en los puestos más bajos como en los más altos”, explica.

 

“No se trata solo del presidente -dice, mientras le suena uno de los dos teléfonos que siempre lleva consigo-, nos interesa ganar en los ayuntamientos o descubrir qué líder comunitario podría ayudar a ganar a alguno de nuestros candidatos”.

 

Apasionado por su trabajo, el chile y la comida de su madre, Alvillar es hispano estadounidense de tercera generación, y lamenta que su español sea “así, así”, aunque reconoce, que lejos de tener que ocultarlo como le ocurriera a los latinos de su generación, las venideras aprovecharán el regalo que supone ser bilingües.

 

En este sentido, reflexiona sobre el papel de la comunidad hispana dentro de Estados Unidos y, aunque asume que existen claros rasgos culturales de unos y otros dependiendo de dónde vienen, insiste en que al final hay un objetivo común.

 

“Todos -asegura- queremos lo mismo, todos queremos lograr el sueño americano, tener y cuidar de una familia, tener lo mejor que podamos lograr”.

 

La actual campaña para las elecciones de 2016 es la cuarta en la que participa.

 

Se trata de “hacer llegar los valores demócratas a cualquier lugar, ya sea en Nueva Jersey o en Nuevo México, mi propia casa. Que la gente, no importa de qué comunidad, tenga oportunidades”.

 

En su dilatada y exitosa carrera en el Partido Demócrata, Alvillar no niega el papel fundamental que han jugado sus raíces mexicanas: “no quiero olvidar -subraya- y no voy a olvidar jamás de dónde vengo”.