Una de las decisiones con mayor trascendencia que ha tomado la administración de Miguel Ángel Mancera en la Ciudad de México es la revisión del Programa General de Desarrollo Urbano, mediante un proceso abierto, lo cual es un buen planteamiento al menos en el discurso. Mancera siempre proyecta buenos alcances en sus discursos, pero falla en la instrumentación; esperemos que eso no pase con el PGDU.
El PGDU es el ordenamiento que “determina la política, estrategia y acciones del desarrollo urbano en el territorio del Distrito Federal”. Del PGDU se desprenden los programas delegacionales o, en algunos casos, los programas de colonias (programas parciales de desarrollo urbano).
Si somos estrictos en los alcances del PGDU, todas las materias tendrían que quedar integradas al PGDU: ¿Queremos detonar el turismo en ciertas zonas de la ciudad? Sus bases deberían quedar reguladas en este documento ¿Sistemas de transporte? ¿Posibilidades de abasto de servicios?
En los programas parciales y delegacionales existe una regla que facilita la construcción de estacionamientos a “medios niveles” por encima de la calle. Ello significa que en vez de tener comercio como antaño, tengamos rampas, paredes y rejas, lo que nos da una ciudad insegura e inaccesible. La forma de las banquetas, la presencia del comercio en planta baja, la decisión o no de reducir los requerimientos de estacionamiento, dan una forma de ciudad. Esa forma debe quedar plasmada en el nuevo PGDU.
El programa general vigente, de 2003, no logró ser la guía de decisiones en otras materias y al final quedamos enredados en una serie de excepciones. Por un lado, miles de viviendas hechas al amparo de reglas especiales. Por otro, obras como el segundo piso de Periférico, la supervía o la amenaza de un centro comercial elevado en Chapultepec, han carecido de congruencia con el PGDU 2003; pero también obras de transporte masivo como el Metrobús, la línea 12 del metro y el tren a Toluca se están haciendo en forma desarticulada del desarrollo urbano.
El nuevo PGDU debe llegar más lejos, limitar el comercio a través de centros comerciales y favorecer el pequeño comercio en planta baja; articular el crecimiento del metro y el metrobús con el desarrollo urbano; permitir la caminabilidad de la ciudad a través de banquetas amplias, como las existentes en las colonias antiguas, en vez de las angostas de las colonias modernas; favorecer el turismo barrial sin alterar negativamente la vida de los habitantes locales.
Otra de las posibilidades del PGDU es que las múltiples transformaciones necesarias que se llegan a plantear para la ciudad, cuenten con metodologías de participación ciudadana y transparencia en la participación privada, que vayan detonando un banco de proyectos que sí se instrumenten y que no sean una sorpresa incómoda para la sociedad. El PGDU es la oportunidad para terminar con la Ciudad de los Albazos.
El espacio en el que se discutirá el proyecto de nuevo PGDU será el Consejo para el Desarrollo Urbano Sustentable, donde conviven los sectores público, social, académico, gremial y empresarial, pero no se agotará allí, desde los comités ciudadanos deberá generarse el involucramiento vecinal.
El gobierno de Miguel Ángel Mancera, a través del Secretario de Desarrollo Urbano y Vivienda, Felipe de Jesús Gutiérrez, ha emprendido una buena apuesta por el futuro de la ciudad. Ojalá que podamos decir que este PGDU representa el final de los albazos.