Edward Snowden y Steve Jobs son iconos inversamente proporcionales. Las apariciones públicas del primero tienen efectos de impacto decrecientes mientras que las que hizo Jobs tuvieron rendimientos crecientes.

 

Lo que para Snowden es espionaje, para Jobs era juego. Urge un rebautizo de los smartphones. Ya dejaron de ser teléfonos inteligentes; son prótesis de alma. Cada teléfono arrebata la personalidad del usuario para convertirse en una lista de atributos como si de Spotify se tratara.

 

La reaparición de Snowden en la emisión Panorama de la BBC el pasado lunes, en donde simplemente matizó algunos de los programas que articulan la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos y su gemela, Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno de Gran Bretaña (GCHQ), no logró sorprender a la sociedad global, quizá porque ya se conocen muchos de los programas de espionaje de las mencionadas agencias o posiblemente a la sociedad en general poco le interesa ser espiada, pues lo que verdaderamente le interesa son las aportaciones lúdicas que aportan los smartphones.

 

El humor británico logró revivir a Los pitufos, personajes creados por el dibujante belga Peyo a través del cómic La flauta de los seis pitufos en 1958, publicado en el semanario Le Journal de Spirou. Entre 1981 y 1989 la productora Hanna-Barbera adaptó la historia en formato televisivo. Los pitufos son una especie de gnomos azules con rasgos de personalidad variopintos.

 

Ahora, Snowden reveló otra historia de los pitufos.

 

snowden_confe_WEBEl pitufo dormilón se encarga de encender y apagar las prótesis de almas (smartphones) sin que el usuario sienta la presencia de otra alma, más allá del radio de acción en el que se encuentre el portador del teléfono.

 

El pitufo metiche se encarga de escuchar y/o grabar la voz del usuario. Es decir, otra alma se enterará de la vida real y/o ficticia del inocente individuo que le llama a sus amigos para alburearlos, pero también de aquellos que planean una sedición. Este escenario lo plantea la GCHQ.

 

El pitufo rastreador geolocaliza con exactitud los movimientos del poseedor de la prótesis de alma.

 

El pitufo paranoico es un fiel defensor de la GCHQ, ya que somete a la inteligencia del individuo que se atreva a sospechar de que su prótesis de alma (teléfono) se encuentra intervenido.

 

Al parecer, GCHQ ha adaptado la creación de Peyo y las historias de Hanna-Barbera para establecer un mundo intervenido más que vigilado; un entorno en el que ha mutado la sociedad a un espacio de ficción porque la realidad (completa) está intervenida.

 

Es un golpe de ficción el creer que al hablar por teléfono no existe una tercera persona o que al ingresar a Facebook los datos que escribimos o las fotografías que subimos las controlamos en su totalidad. Lo anterior lo comprobó el joven abogado austriaco Max Schrems, quien al haber asistido a la Universidad de Santa Clara, en el corazón de Silicon Valley, al sur de San Francisco, se topó en una conferencia con Ed Palmieri, director jurídico de Facebook. Schrems descubrió que la famosa red social desconocía y obviaba la normativa europea de privacidad. Acto seguido el entonces estudiante universitario comenzó una larga batalla para defender su datos. Al recibir un desaire por parte de Facebook acudió al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, y el pasado lunes le dio la razón. Ahora, la Unión Europea ya no compartirá datos cibernéticos a empresas de Estados Unidos porque los puertos (nubes) son inseguros.

 

Golpe a favor de Edward Snowden porque legitima las razones con las que justificó el robo de los programas de espionaje de la NSA. El martes, Snowden escribió en su cuenta de Twitter: “Felicidades. Has cambiado al mundo para mejor”.

 

Para el senador republicano Linsdey Graham, Snowden es un criminal. Para los habitantes del internet libre, es un héroe. ¿Y para los pitufos?