El hartazgo en tiempo real escapa a las encuestas. Al parecer el referéndum Twitter reduce los ciclos de vida de la opinión.
El domingo, el hartazgo hacia la presidenta argentina, Cristina Fernández, catapultó al opositor y líder de la formación Cambiemos, Mauricio Macri, a la segunda vuelta, a celebrarse el próximo 22 de noviembre. Las encuestas nunca esbozaron una mínima brecha entre el oficialista Daniel Scioli y Macri. Por ejemplo, siete días antes de las elecciones la encuestadora Managment&Fit revelaba cifras favorecedoras para Scioli: 38.3% frente a 29.2% de Macri. Otra empresa, Ricardo Rouvier y Asociados apuntaba un golpe K.O.: 40.1% de Scioli frente 29.5% de Macri. Con este resultado no hubiera sido necesaria la segunda vuelta. La realidad es que Scioli perdió ganando y Macri ganó perdiendo. 36.8% Scioli frente 34.3 Macri.
El bono se lo llevó el partido de Macri al ganar María Eugenia Vidal la gubernatura de Buenos Aires. Victoria doblemente histórica porque quiebra la inercia de 28 años gobernando el peronismo y, segundo, el hombre “fuerte” de Cristina Fernández, Aníbal Fernández (actual jefe de gabinete), fue derrotado bajo y por la sospecha de tener vínculos con el narcotráfico.
El hartazgo contra la corrupción se ha globalizado. De Guatemala a Buenos Aires y de Río de Janeiro a Madrid, las ideologías de los partidos políticos han pasado a un segundo plano. Las elecciones ya son plebiscitarias: ¿Vota usted por la corrupción?
El problema de Scioli no es él, sino la mafia que lo colocó como candidato presidencial y que lo ha coaccionado para aceptar en su equipo a vigías de Cristina Fernández, como por ejemplo su compañero de fórmula, Carlos Zannini.
Si Scioli quiere ganar la segunda vuelta presidencial tendrá que romper con la actual presidenta. La misma que despierta sospechas de lavado de dinero de un hotel en donde es accionista. Cristina K no ha podido esclarecer los números alegres del hotel Alto Calafate en la Patagonia.
Uno no puede ir paseando y cobrando vía impuestos por la vida si tiene 10 causas penales en su contra como las tiene el vicepresidente de Cristina Fernández, Amado Boudou. Entre el portafolio de sus posibles delitos se encuentra la compra fraudulenta de la empresa que imprime dinero en Argentina. (Fieles a la ignorancia vinculada al etnocentrismo, medios mexicanos han publicado información de orgullo, ya que la actual novia de Boudou es de origen mexicano.)
Con el tercio de mafiosos, Cristina, Amado y Aníbal, Daniel Scioli no es Daniel Scioli. Es el hombre al que la presidenta nunca le ha tenido confianza pero no tuvo al second best porque la soberbia no está preparada para articular transiciones.
La misma soberbia con la que Cristina retuvo los resultados electorales del domingo durante seis horas intentando cancelar la catarsis de aliados y opositores. La empresa Indra, la responsable de procesar los datos y cargarlos al sistema del gobierno tomó distancia. Antes de la medianoche confesó al periódico La Nación: “Ya está disponible más del 50% de los resultados. No sabemos por qué no los publican” (26 de octubre, edición impresa).
No hay peronismo 2.0; sus residuos religiosos desaparecen en un entorno económico donde el 25% de inflación saquea los bolsillos de los argentinos, el banco central intenta controlar una fuga de reservas y el déficit fiscal equivale a ocho puntos del PIB.
Queda la última carta para Daniel Scioli: realizar una campaña con doble filo: contra de Cristina y contra Macri. Ambos, enemigos.
Scioli tiene que cambiar a sus asesores de marketing por psicoanalistas. No hay más que deshacerse del complejo de Edipo. Si no lo hace, el peronismo a la Kirchner desaparecerá.