Si al documento Haciendo Negocios 2016 del Banco Mundial le cambia el título por Previendo Migraciones 2016 y lo vuelve a leer, podríamos encontrar señales de lo que habrá de intensificarse en el futuro.

 

México está en un muy buen lugar 38 que nos habla de claroscuros en la regulación local, pero que ubica a este país en un camino de crecimiento al que se le puede apostar.

 

Hay datos tan contundentes como encontrar a Siria o a Libia en los últimos lugares de este ranking de 189 naciones. No se requiere de un estudio como el Doing Business para tener claro que esos países son expulsores de millones de personas como consecuencia de conflictos militares y económicos internos.

 

Pero si vemos, por ejemplo, el lugar 13 de Australia y lo comparamos con la posición 109 de Indonesia entenderemos por qué los australianos enfrentan la ola migratoria de su vecino pobre. Es un asunto tan lejano que no lo identificamos.

 

La cosa cambia cuando lo traemos al barrio americano, ya sea en la tradicional y tirante relación migratoria entre México y EU, como en los nuevos fenómenos de movimientos humanos desde centro y Sudamérica.

 

El estudio Doing Business no es una comparación de niveles de vida ni de indicadores de crecimiento, inflación o salarios. Es una comparación de la condición regulatoria de cada uno de los países y cómo impacta esta burocracia en el desarrollo de los negocios privados y lícitos.

 

Como sea, es un buen reflejo de lo que procura cada nación para tener una mejora económica. Porque en eso de la regulación no hay manera de echarle la culpa a la mala condición financiera mundial, a la suerte o las estrellas.

 

 

En nuestro vecindario latinoamericano hay una desgracia en desarrollo. Una crisis que ya alcanza dimensiones humanitarias y que hay que ver como un riesgo para la democracia de toda la región.

 

Venezuela está en el lugar 186 de los 189 considerados, incluso peor que Haití que no tiene recursos naturales pero que hoy está mejor que la República Bolivariana.

 

Los desplantes autoritarios de Nicolás Maduro deberían hacer que dejemos de llamar democracia a Venezuela y se le trate como lo que es: un régimen dictatorial.

 

De ese país hay que esperar para el resto del continente, incluido México, una oleada de personas que huyan de la carestía y la pobreza.

 

Otros países como Brasil, Argentina o Nicaragua están por debajo del lugar 116. Esto implica que tienen escasas posibilidades en este momento de atraer inversiones.

 

Cuando un país destaca en una región se convierte en un destino natural para la migración, sobre todo cuando el lenguaje no es una barrera. Hasta ahora México ha sido mayoritariamente un país de tránsito rumbo a Estados Unidos.

 

Cuando hablamos de migración, a nuestra mente viene la explosión de mexicanos hacia Estados Unidos. No ubicamos a nuestro país como destino.

 

Sin embargo, las barreras físicas y legales que se han impuesto en ese país han atorado esa migración que en muchas ocasiones opta por asentarse en México. La migración sudamericana es un hecho en nuestro territorio.

 

México ha ganado en muchas épocas migraciones muy valiosas que han contribuido al desarrollo de la economía. Los desplazamientos humanos son tan antiguos como la raza humana, las fronteras políticas son recientes.

 

Esta nación, hay que acostumbrarnos, será cada vez más un destino para los extranjeros que buscarán aquí lo que no encuentran en sus países.