Su desempeño académico los trajo al Autódromo Hermanos Rodríguez a ver el Gran Premio de la Ciudad de México de la Fórmula 1.
Desde las gradas Mirelle Vargas observaba cómo pasaban los autos, a toda velocidad. Ella llegó de Puebla. La trajo la Secretaría de Educación Pública (SEP) como premio a su iniciativa, desempeño y trayectoria, llena de reconocimientos a sus 17 años de edad.
Mirelle es una niña Down que ha recibido reconocimientos del Congreso de Puebla, es Premio Municipal de la Juventud en Atlixco y una de las ganadoras del concurso Mujeres Fuertes. Es tercer lugar Nacional de Natación y una pintora que domina cuatro técnicas, y que ya realizó una exposición individual.
A siete escalones de ahí se encuentra el profesor Salustio Vázquez Morales. Viene de la Escuela Primaria Bilingüe Pedro Vélez, ubicada en la comunidad de San Antonio, Hermenegildo Galeana, junto con 10 niños indígenas traídos también por la SEP desde Puebla.
La escuela se hizo acreedora a llevar a sus alumnos, todos, de familias indígenas, a la Ciudad de México a ver correr a los mejores pilotos del mundo, por su desempeño. No quieren hablar, pero poco apoco agarran confianza y uno de ellos se atreve a describir lo que le gustó y llamó su atención de esta visita.
“Hay muchos carros, hay mucha gente, hay carros muy bonitos… y todo está muy caro”, dice el niño de primaria y se oculta entre sus amigos. Salustio Vázquez explica su timidez: “nunca habían salido de su comunidad, están muy nerviosos e, incluso, muchos de ellos se marearon en el camino porque no habían hecho un viaje tan largo”.
Y sí, es algo en lo que han hecho énfasis. Los precios se les hacen muy elevados.
En las gradas, Diego Raúl Colmena Chino, alumno destacado de secundaria, quien salió de sexto con 9.7 de calificación, pide un refresco. Saca de su bolsa 50 pesos y antes de pagar, pregunta.
–¿Cuánto cuesta?
–50 pesos, le responden.
–¡¿50 pesos?!, no mejor no…
Imagínese cuánto ha de costar esto si una coca cuesta 50 pesos, comenta al reportero de 24 HORAS. Luego de hacer un recorrido por los locales su sorpresa no pararía, y ese era el tema de su conversación: “¡Antes de entrar no quisimos comprar unas papas porque estaban en 15 pesos y adentro cuestan 30… y las palomitas a 40. Quién sabe cuándo volveremos a estar por acá”.
Diego estuvo en las gradas con sus amigos, entre ellos Jabnia Madai Espinosa Martínez, de 12 años de edad, que terminó tercero de primaria con 10 y el promedio general 9.8.
Ella dice que está muy emocionada. Se le quiebra la voz cuando dice que está muy agradecida con Dios por lo que le ha dado. “Estoy conociendo cosas que no sabía que existían”.
Diego, Jabnia, Fernando Daniel Ferrer y Karen Stephanía fijan su mirada en la pantalla gigante. Diego, quien es admirador de Hamilton, dice: “ese al que está siguiendo el helicóptero es Hamilton, es el mejor”. Jabnia lo escucha y ve la pantalla. Ella no sabe quién es pero le llama la atención la velocidad a la que pasan los autos y el ruido de los motores.
Después de la primera prueba hacen un recorrido. Hambrientos, se reúnen afuera de las gradas y los coordinadores del traslado de los menores piden permiso para meter la comida que trajeron. No se los permiten y les dicen: “si salen ya no pueden entrar”.
A las 13:30 horas deciden irse. No pueden tener a estos talentosos niños sin comer. Acuerdan bajar en Tres Marías para que terminen de comer y jueguen un rato. La Fórmula 1 no le perdona el no ingreso de alimentos, ni a los niños más talentosos de este país, algunos de los cuales estuvieron el pasado 28 de julio en Los Pinos, con el presidente Enrique Peña Nieto.
Ni hablar, el negocio es el negocio.