Más tarde y a menor velocidad que en ligas como la inglesa o la francesa, pero cada vez más clubes del campeonato de España son comprados por capital extranjero.
Este martes ha trascendido que el Espanyol de Barcelona vendió un importante paquete de acciones al millonario chino Chen Yansheng, quien se añade a una lista creciente: el Valencia pertenece al magnate singapurense Peter Lim, así como el Málaga es propiedad del jeque qatarí Abdullah al-Thani y el Granada forma parte de un grupo italiano que maneja también al Watford y el Udinese. Al mismo tiempo, el Atlético de Madrid es en veinte por ciento chino, desde que meses atrás Wang Jianlin metiera muchos millones a la sociedad colchonera.
Si ligas como la española o italiana se mantienen en un término medio en cuanto a dueños foráneos (en la Serie A, es el caso del Inter del indonesio Erik Thohir, del Bolonia del canadiense Joey Saputo y de la Roma del estadounidense Thomas DiBenedetto), los extremos son Alemania e Inglaterra.
El modelo de la Bundesliga restringe con una cláusula (la denominada “50+1 Regel”) la incursión no sólo de capital extranjero, sino de aquel que sea ajeno a la institución; es decir, los clubes deben de continuar perteneciendo a sus socios, con las admitidas excepciones de los dos que originalmente son de multinacionales de su ciudad (Bayer Leverkusen de la Bayer y Wolfsbourg de la Volkswagen). Por ello es imposible que en Alemania emerja algún nuevo rico, como, por citar dos ejemplos, París Saint Germain en Francia o Manchester City en Inglaterra. Eso también implica una serie de medidas que se anticiparon al fairplay financiero de la UEFA (impedir que un equipo gaste más de lo que ingresa) y que se prioricen los intereses del aficionado (en precios, horarios y, sobre todo, respeto a una tradición futbolística). No obstante, el estatuto también incide en que sea imposible que alguien logre hacer sombra al Bayern Múnich; en términos extra-cancha, hay nula movilidad social.
Caso inverso, la Liga Premier es la versión deportiva del Laissez Faire (literal, “dejar hacer”) tan intrínseco a las islas británicas. La mitad de los veinte clubes que participan en esta temporada de la Premiership, poseen propietarios extranjeros, porcentaje similar incluso en la segunda categoría del futbol inglés, el denominado Championship.
Ahí el dinero llega de sitios tan lejanos como Rusia, Abu Dhabi, Estados Unidos, India, Hong Kong, Tailandia, Suiza, Italia, Egipto, Kuwait y Malasia; una circunstancia tan dominante que los verdaderos candidatos a campeones de Inglaterra y los planteles más poderosos, están en manos foráneas: Chelsea, United, City, Arsenal, Liverpool, más la revelación del certamen, el Leicester City, de accionista mayoritario tailandés.
Los Periquitos del Espanyol ya son chinos, como el Valencia ya es singapurense y tantos ejemplos más en las principales ligas europeas (a todo esto, de la francesa, además del sonado PSG, son otras cuatro instituciones: el Mónaco ruso, el Lens azerbaiyano, el Olympique suizo y el Nantes polaco)
Algo bueno si quien mete el dinero respeta la esencia de la institución y le permite crecer. Algo malo, si trastorna todo un legado y decide romper con una historia. Algo inevitable, en todo caso.