Cuando  Cristiano Ronaldo dejó el Teatro de los Sueños para llegar al Bernabéu en junio de 2009, dejó su emblemático número siete desierto.

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Ese número que también portaron históricos del Manchester United como Éric Cantona o David Beckham.

A la salida del portugués Michel Owen, que llegaba en un momento de más dudas que certezas y a punto del retiro, se quedó con el número pero se apagó en la banca.

Luego vino el ecuatoriano Antonio Valencia, y la temporada que lo portó y la estrella con la que llegó se apagó, el talento parece que se diluyó, y por superstición le pidió al entrenador David Moyes, que le regresara el 25.

Después de un año sin que nadie lo quisiera portar, vino Ángel Di María, en el camino inverso a Cristiano, pero con todo y el compromiso de  75 millones de euros,  el argentino se fue al PSG con más pena que gloria.

 

Para esta temporada, el joven sensación holandés, Memphis Depay parecía que rompería con la maldición, tuvo un inicio encendido, con dos goles y dos asistencia en la serie de play-off de Champions contra el Brujas de Bélgica.

Pero el gas se le acabó, desde el 4 de octubre, Depay sólo ha disputado un encuentro de titular -Copa de la Liga ante el Middlesbrough-. Y es ya un habitual del banco.