PEKÍN. China está preparando una enorme base de datos para evaluar el comportamiento financiero y social de sus ciudadanos que, según algunos observadores, podría acabar degenerando en un mecanismo de control en clave orwelliana.
El llamado “sistema de crédito social” fue planteado el año pasado por el Consejo de Estado (Ejecutivo), pero había quedado aparcado hasta que esta semana volvió a salir a la luz en un documento del Partido Comunista sobre el decimotercer Plan Quinquenal, que fija los objetivos del país para el próximo lustro.
Se trata de una iniciativa que busca dotar al gigante asiático de una herramienta para medir el grado de fiabilidad de cada individuo a la hora de devolver créditos recibidos, algo que ya existe en muchos países democráticos.
El régimen comunista, sin embargo, no oculta que quiere darle un sentido más amplio y recoger información sobre las actividades administrativas, comerciales, sociales y judiciales de sus ciudadanos, según se desprende del borrador presentado el año pasado por el Gobierno.
A juicio de la directora de la firma de análisis J Capital Research, Anne Stevenson-Yang, este proyecto supone recuperar los sistemas de control social de la época maoísta (1949-1976), desfasados a raíz de las reformas introducidas a partir de finales de los 70.
“El emperador está lejos, las montañas son altas”, dice un proverbio chino que muestra que, desde la época imperial, la voluntad de control es recurrente en las autoridades chinas, y que el actual Gobierno está regresando sobre una antigua preocupación para adaptarla al siglo XXI.
“La preparación para los Juegos Olímpicos de Pekín, entre 2001 y 2008, creó la tecnología y los sistemas burocráticos que empezaron a permitir esta actualización del viejo sistema de control social”, explicó Stevenson-Yang en un reciente encuentro con periodistas en Pekín.
“Aparecieron todo un conjunto de controles que no habían existido antes, pero el énfasis antes de los JJOO estaba más en los controles físicos para las respuestas de emergencia y no tanto en la gestión rutinaria de información personal”, añadió la directora de J Capital Research.
Con la infraestructura lista, el Gobierno chino se ha decidido a impulsar una revolución tecnológica que introduzca internet en prácticamente todos los aspectos de la vida social y económica.
“El sector tecnológico ha ido posicionándose como la próxima gran cosa, como la próxima gran área que podría tener un efecto en transformar la forma en que China funciona y en que su economía crece”, aseguró el experto sobre las políticas de China sobre internet de la Universidad de Oxford Rogier Creemers.
Esta transformación tecnológica, según Creemers, pretende usar internet no sólo como plataforma para la comunicación, la expresión y la asociación, sino como plataforma para el gobierno, por las posibilidades de control político que ofrece.
“El conocimiento es poder”, recordó el investigador de Oxford.
Y, en la era de los megadatos (“big data”), la capacidad de generar, recabar y analizar información se antoja ilimitada.
“Toda la información que se podría recoger sobre el comportamiento de la gente a través de sus terminales móviles, combinada con la que recopila el Gobierno en sí mismo, desde las multas de tráfico a los delitos cometidos o los abusos de los servicios sociales, permitiría hacer muchas cosas”, señaló Creemers.
Uno de los principales motivos de inquietud de los expertos es la posibilidad de que los gigantes tecnológicos chinos como Alibaba, Tencent o Baidu, que han desarrollado sus propias bases de datos para elaborar perfiles crediticios de sus usuarios, cedan la información que han acumulado al Gobierno.
“Estas compañías son privadas, pero tienen muchos incentivos para cooperar con el Gobierno y, por otra parte, el Gobierno también tiene un fuerte incentivo para cooperar con ellas, porque generan datos de forma independiente”, expuso Creemers.
Las autoridades podrían puntuar así el comportamiento de los ciudadanos en función de las búsquedas, relaciones sociales o compras realizadas a través de internet y, más allá de dar o no préstamos, premiar las mejores calificaciones y castigar las peores.
De llevarse a cabo, la vieja aspiración de los emperadores de controlar a sus súbditos retomada por Mao se pondría en práctica elevada a una nueva dimensión.
“Las montañas ya no son altas, porque el emperador está en tu bolsillo”, apostilló Creemers, modificando el proverbio.