LONDRES. Los cafés de la muerte (Death Cafes) son una franquicia social para abordar de una manera informal y confidencial el tema inevitable de la muerte como parte del ciclo de la vida.
El fundador del primer café de la muerte en esta ciudad, Jon Underwood, aseguró que debe dejar de ser un tema tabú en las sociedades modernas actuales y comenzar a abordarse de manera abierta y sin prejuicios.
“Hace 15 años comencé a leer mucho sobre la muerte y fui voluntario en hospitales para enfermos terminales durante diez años y luego surgió la idea de estos cafés, donde no hay una discusión dirigida, ni respuestas concretas”.
En 2010 Underwood organizó en su propia casa con su madre la terapeuta Sue Barsky Reid, una primera sesión a la que asistieron seis personas.
En entrevista con Notimex, Underwood explicó que las reuniones sociales informales donde se sirve té y pastel no están dirigidas a personas con una enfermedad terminal, ni tampoco a quienes acaban de perder a un ser querido, sino al público general que tenga necesidad de hablar de la muerte.
La tradición mexicana del Día de Muertos en México, ha servido también de inspiración para este proyecto que aunque parezca macabro pretende ser una celebración de vida.
“A la tradición mexicana le tengo mucho respeto. Es el líder mundial en términos de la cultura de la muerte y hay mucho que aprender. Ojalá el Death Café tenga una expresión auténtica de esa cultura donde la muerte es una parte intrínseca de la vida”, precisó.
Underwood se inspiró en el trabajo del sociólogo suizo Bernard Crettaz, pionero del primer “café mortal” o café de la muerte en París donde la gente expresó libremente sus ideas, de acuerdo con un artículo del diario británico Independent.
Los cafés de la muerte se han extendido a Europa, Estados Unidos, y México donde voluntarios organizan en sus casas reuniones informales en un formato donde cada uno expresa sus propias ideas o experiencias.
El objetivo es “incrementar el conocimiento de la muerte para ayudar a las personas a aprovechar lo mejor posible sus vidas finitas”, precisó el fundador de 43 años de edad.
Las reuniones sociales no tienen fines de lucro y son realizadas en un ambiente de respeto, pero lo más importante es que no hay respuestas, conclusiones o cursos de acción.
“Es irónico porque a pesar de hablar de la muerte, queremos que sea una exaltación a la vida. La muerte llegará y las reuniones te ayudan a pensar sobre ella de manera saludable”, precisó.
Hasta ahora se han realizado dos mil 500 eventos informales en 32 países, en un ambiente confidencial donde el facilitador introduce el tema y la discusión es libre.
En promedio más mujeres atienden estos encuentros sociales y la mayoría son personas mayores de 35 años de edad, pero también asisten jóvenes.
Si bien es un tema provocador y hasta de mal gusto para algunos, el proyecto ha comenzado a atraer el interés de inversionistas locales con miras a abrir el primer local permanente en esta ciudad donde la gente se pueda reunir para analizar el tema universal e inevitable de la muerte.