La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha protagonizado una de las tramas de suspenso en los mercados más aterradoras de los últimos tiempos.
Es la secuela de la comedia romántica que patrocinó tras la gran recesión, cuando decidió inundar de dólares su economía y con ella al mundo entero para propiciar una recuperación económica que no era posible impulsar desde el descompuesto terreno fiscal.
Pero a una política laxa nunca antes vista seguiría una corrección tampoco nunca antes experimentada. En eso estamos.
Desde 2014 la abstinencia de dólares es una de las peores pesadillas de los países emergentes que saben que el día que haya mejores premios en el mercado original, esos billetes verdes simplemente levantarán el vuelo en cuestión de unos cuantos movimientos en línea.
Después del final de los planes de liquidez hace un año, la simple expectativa de que suba por primera vez la tasa de interés de referencia por parte de la Fed ha tenido al mundo en vilo todo 2015.
Y ahora que la expectativa habla de que llegó la hora en la reunión de los días 15 y 16 de diciembre, todo el mundo se desvive en el análisis si sería prudente o no este disparo monetario.
Después de los datos de creación de empleos y la tasa de desocupación en EU del viernes pasado, la mayoría de los que participan en los mercados está convencidos que llegó la hora de iniciar el proceso de alza de las tasas por parte de la Reserva Federal (Fed).
Lo primero que tenemos que saber desde nuestra posición de espectadores y participantes ocasionales de los mercados es que resulta inevitable que suban. Lo que sigue es saber cuándo y sobre todo a qué ritmo.
Podría sonar como un cambio justo el que en diciembre llegue el primer cuarto de punto de alza en la tasa, con su respectiva reacción en otros bancos centrales como el mexicano, a cambio de tener ya de una vez por todas, un calendario de alzas futuras esperadas.
No sería posible tener fechas fijas, porque eso dependerá de la manera en que se comporte la economía estadunidense, pero sí un acercamiento que termine con la incertidumbre que nos ha angustiado todo el año.
Los más puristas dicen que la Fed nunca ha subido tasas de interés en diciembre, previo a las fiestas de fin de año. Pero tampoco nunca había patrocinado un plan tan agresivo de apoyo monetario a la economía.
Hay quien argumenta, y no sin razón, que ya viene el invierno y que podría ser frío y congelar el incipiente crecimiento que ahora se ve. Y a esa inquietud desde el banco central estadunidense se han encargado de contestar que si suben la tasa y después la tienen que bajar, pues la bajan y ya está.
Entonces viene el cuestionamiento de la credibilidad de la Fed de tomar decisiones que no están plenamente respaldadas en los datos duros o recular con algún aumento. Y es ahí donde vale la pena considerar que un buen banco central deba pecar de precavido antes que lamentarse no haber actuado ante una repentina burbuja inflacionaria.
Las aguas financieras son turbulentas inevitablemente, por eso es que bien vale la pena reconsiderar si no conviene acabar el año con alguna certidumbre de lo que viene, aunque esas certezas le cuesten al mercado tener que pagar el primer cuarto de punto de aumento en este año.