París vive una situación de excepción. Tras los atentados “la vida cambió en la ciudad” asegura María Fernanda Cerecedo, estudiante mexicana que radica desde hace año y medio en la capital de Francia, que ayer viernes fue víctima de un ataque terrorista múltiple que salda hasta ahora 129 muertos y más de 300 heridos.

 

 

Ayer estuvo cerca del sitio donde se perpetró uno de los ataques. Era viernes por la noche y estaba reunida con amigos en un bar del centro.

 

“Fuimos a festejar un cumpleaños, cerca de la plaza comercial Les Halles, íbamos llegando y recibimos mensajes de una balacera”, revive la diseñadora de moda en ciernes que es alumna del Instituto Marangoni.

 

La primer reacción social fue de tensión, pero nada grave. “Había una relativa tranquilidad”.

 

“Luego nos llega la noticia de la segunda balacera y en ese momento llamé a mis papás para decirles que estaba bien, ya que seguramente lo iban a escuchar en las noticias”, cuenta su testimonio en entrevista a 24 HORAS.

 

Y después a unos pasos del lugar, hombres al grito de “Alá es el más grande” abrieron fuego indiscriminadamente contra los comensales de un restaurante.

 

María Fernanda señala que el ataque fue feroz a los símbolos del estilo de vida occidental: un estadio, una sala de conciertos, cafés y restaurantes. El terror contra el ocio.

 

Los Distritos X y XI, epicentro de los atentados, son los barrios favoritos de los parisinos para pasar un viernes por la noche.

 

Sería como si atacaran la Roma o La Condesa”, afirma María Fernanda.

 

La vida nocturna parisina se esfumó y la tragedia roza a todos

 

El caos se apoderaba de la ciudad. La vida nocturna de un viernes parisino se esfumaba entre bombas y balas.

 

Con un “evento en curso”, como se referían las autoridades a los atentados,  lo mejor era permanecer resguardados. A minutos de allí, en la sala de conciertos Le Bataclan, una de las más importantes de la ciudad, cinco hombres tenían como rehenes a cien personas.

 

“Esto (los atentados) fue como a las nueve de la noche. Apagaron las luces, cerraron el bar y nos pidieron que nos quedáramos dentro.  A nosotros nos dejaron salir como a los tres de la mañana, no había manera de salir, no había metro, no había taxis, caminamos un rato hasta que encontramos un metro abierto. Nos movimos a otra zona y ahí pudimos encontrar un taxi”.

 

Fueron horas de angustia. La tragedia rozó a todos los habitantes de la ciudad luz, en el caso de la estudiante mexicana cercanos a ella fueron víctimas. Un compañero de una amiga de la escuela con la que estaba en el bar, murió.

 

Además una persona amiga también de su compañera de casa está desaparecida y una más en el hospital.

 

Tras Charlie Hebdo, el racismo aumentó

 

Mi compañera de casa es musulmana y vive las mismas consecuencias que todos,  y quizá un poco más porque son señalados, refiere María Fernanda sin antes aclarar que los ataques no tienen que ver con un “asunto de religión”.

 

Es el segundo ataque yihadista que vive París en menos de un año. El 14 de enero un comando armado entró a la redacción del semanario Charlie Hebdo y asesinó a cuatro de sus caricaturistas, reivindicando el nombre de Alá.

 

A partir de entonces, ese 7.6% de musulmanes en Francia, que representa más de cinco millones de personas ha visto que las generalizaciones sobre su fe los marcan y excluyen, de una sociedad que parece olvidar que durante gran parte del Siglo XX fue un imperio colonial en África.

 

“Es cierto que el nivel de racismo aumentó a partir del ataque al periódico”.