Juan Carlos Osorio no conoce de gigantes de la Concacaf, ni de jerarquías mediáticas. El colombiano tiene sustanciales desventajas en conocimiento del futbol mexicano respecto a entrenadores como Ricardo Ferretti o Ricardo La Volpe, con toda una vida en el futbol mexicano; Miguel Herrera o Víctor Manuel Vucetich, desventajas que, al menos en sus dos primeros partidos al frente del Tri, parecieron darle la ventaja en los resultados y con ello la tranquilidad para trabajar de aquí al próximo mes de marzo.

 

El Tri en casa

 

 

Cuestión de paradigmas. Ya sea en la Liga colombiana o en la liga brasileña, a Osorio no le pesaron los dichos de superioridad. Por el contrario, Osorio planteó dos partidos: en el Azteca, un cuadro atrevido, con cuatro atacantes (Javier Hernández, Oribe Peralta, Jesús Corona y Carlos Vela), dos volantes voladores (Andrés Guardado y Héctor Herrera), sin escudo; línea de cuatro atrás y goleada “normal” ante El Salvador.

 

El Tri de visita

 

En San Pedro Sula, el planteamiento fue el de dominar al rival. Osorio ideó ganar en una cancha donde México no lo hacía desde 50 años atrás. En Honduras el Tri no triunfaba desde 1993, por lo menos en Tegucigalpa. El estratega colombiano no se ocupó de las formas y, de nuevo, la recompensa fue el resultado.

 

Rotaciones por todos lados

 

Muñoz, en el Azteca, y Talavera, en Honduras. En defensa, línea de cuatro en el Azteca (Miguel Layún, Héctor Moreno, Hugo Ayala y Luis Fuentes), cinco en Honduras (Layún, Moreno, Diego Reyes, y Oswaldo Alanís). En la media, Andrés Guardado y Héctor Herrera fueron la base, tanto en casa como fuera. Y arriba, cuatro de ataque en el Azteca y, en Honduras, Javier Hernández fue el único en punta. Revolucionó con jóvenes del calibre de Jürgen Damm y Jesús Corona.