El Real Madrid no ha entrado en una nueva crisis: está en la misma de muchos años atrás. Crisis con paréntesis muy particulares como la liga ganada por José Mourinho en 2012, la Champions del milagro de 2014 o la racha de partidos invicto del estratega Carlo Ancelotti.
Pero misma crisis, ni duda cabe. Por ello durante la goleada a manos del Barcelona, las gradas del Santiago Bernabéu no tardaron en hallar culpable al grito de “¡Floretino, dimisión!2. Bajo la presidencia de Florentino Pérez, 12 temporadas divididas en dos etapas (2000-2006 y 2009-2015), los blancos apenas han celebrado tres ligas, algo paupérrimo para una institución de este calibre.
Dinero ha sobrado. Año con año se ha podido comprar a quien se ha querido, aunque pocas veces a quien se ha necesitado. El resultado es un colectivo por el que pasaron muchos de los mayores talentos de los últimos años, buena parte de ellos rindiendo por debajo de la expectativa. La razón parece sencilla de entender: que rara vez juegan en donde saben, que primero han de ser reeducados para labores distintas a las que dominan.
La quimera perseguida por Florentino (una utopía, a la luz de lo que ha sucedido), es la era de Santiago Bernabéu, quien agrupó a los grandes genios el balón de su época. La diferencia es que entonces se contaba con un líder indiscutido y casi patriarcal, como Alfredo Di Stéfano, que en aquellos años se jugaba con cuatro o cinco delanteros, lo que daba sitio a tanto crack ofensivo y, más que nada, que sobraba lo que aquí noaparece: sensatez.
El Madrid de los Galácticos (verano a verano entre 2000 y 2003 fueron llegando Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham) terminó tan mal por descompensado, con el propio Florentino dimitiendo a media temporada. Por falta de equilibrio, sí, pero sobre todo por exceso de intervención presidencial.
Con el único director técnico que Florentino no ha osado interferir, ha sido con Mourinho. Ancelotti mismo padeció esa injerencia y ahora lo sufre Rafa Benítez. La diferencia es que el italiano logró motivar al plantel para que le siguieran a donde fuera (hubiese o no imposición desde las oficinas), al tiempo que el español vive en un corto circuito presagiado con sus dirigidos. ¿Por qué despidió a Ancelotti? Por razones parecidas a la salida de Vicente del Bosque en 2003: por mesiánicamente pensar que ve lo que nadie más puede ver.
Antes, cuando Florentino se percató de que había perdido la carrera por Neymar, se empecinó en el fichaje de Gareth Bale. Soberbio futbolista el galés, aunque de ninguna forma parte de la mayor élite del balón, ni siquiera un top 10, su precio se elevó incomprensiblemente hasta la centena de millones de euros. La intención de Florentino era traspasar la hegemonía que Cristiano se ha ganado con goles (es ya el máximo anotador en la historia del equipo), hacia un futbolista que nunca ha dado señas en el Madrid de poder o querer cargar con sus compañeros.
La primera misión de Benítez tras ser presentado en el cargo, dejó clara su voluntad de agradar al presidente: viajó para encontrarse con Bale y conminarlo a ser su eje, tal como desde la presidencia se exige.
El naufragio del sábado no abre ninguna nueva crisis. En el fondo, algo de lo que anticipamos en este espacio previo al Clásico: los peligros de la indefinición, de no saber ni qué se es ni qué se quiere ser, de no tener un camino trazado e ir definiéndolo sobre la marcha, de permitir que cada quien haga lo que no se le contrató para hacer: sea James lejos de la portería, sea Kroos como medio de recuperación, sea Cristiano aislado en ataque, sea Benzema pese a su difícil momento mental y físico, sea, sobre todo, Florentino poniendo alineaciones.