Es la primera vez en muchos trimestres, de hecho en muchos años, que no se tiene que revisar a la baja la expectativa de crecimiento económico después de conocer el resultado del trimestre anterior.
El crecimiento del Producto Interno Bruto de México durante el tercer trimestre de este año, de 2.6% en términos anuales, dejó ver lo que todos esperaban: un sector industrial ralentizado y un mercado interno en proceso de aceleración. Con la agradable sorpresa de un volátil sector primario que para ese lapso tuvo un muy buen crecimiento.
No hay nada espectacular, no existen todavía los datos que avalen ese optimismo del que ahora nos quieren contagiar respecto a un comportamiento extraordinario de la economía.
Al final la prudencia es buena consejera para leer los datos del desempeño económico. Sobre todo cuando tenemos un sector industrial desacelerado y una industria petrolera en franca crisis.
En México, la drástica caída de los precios del petróleo tiene tintes de una enorme tragedia industrial. Fiscalmente los ingresos públicos siguen dependiendo de la venta de los hidrocarburos y hoy se venden menos barriles y a menor precio.
Se han cubierto algunos de los ingresos faltantes por la vía tributaria, pero otra parte se ha compensado con mayor gasto y mayor deuda, lo que no es bueno para la salud financiera nacional.
El resto de la industria exportadora se mantiene danzando al ritmo que marca la dispar economía de Estados Unidos. Allá, los indicadores industriales no han dejado de caer todo el año y el encadenamiento con la industria mexicana es muy importante.
Hay algunos sectores que se han salvado, como el automotriz. Pero el resto sigue en la depresión de no ver el repunte definitivo de Estados Unidos.
Cuando comparamos las gráficas del desempeño industrial de México y Estados Unidos notamos un ligero repunte de nuestro país y eso sólo tiene una explicación: los productores mexicanos pueden acelerar su producción para surtir el mercado interno.
La gran virtud de la economía mexicana en estos momentos es el desempeño del mercado interno. Estamos en uno de esos momentos virtuosos de la economía mexicana en donde hay una aceptable creación de empleos, una inflación históricamente baja y la disponibilidad de bienes de consumo suficientes para crear un círculo virtuoso en este país.
Hay un componente que mejora tímidamente y es la confianza de los consumidores. Porque sin compradores crédulos no hay manera de cerrar el circuito del crecimiento interno.
Por lo que hace a la agricultura, la mayor parte de esta actividad en México se rige por los temporales, así que es más bien la suerte de las lluvias la que marca qué tan bien o tan mal resulte el PIB agropecuario en un trimestre.
Lo que tenemos entonces, con los resultados del tercer trimestre, es la confirmación de que el sector terciario de la economía es nuestro gran motor en estos momentos de un crecimiento pobre en el mundo.
Podrían dejar de caer los pronósticos de 2016, pero todavía faltan muchos datos positivos para que podamos pensar en algún optimismo válido de lo que viene. Algo más allá de los buenos deseos de los funcionarios públicos.