ANKARA. El derribo de un caza ruso en la frontera entre Turquía y Siria ha disparad la tensión diplomática mundial y ha agravado al máximo las ya tirantes relaciones entre Ankara y Moscú, aunque las circunstancias exactas del incidente no están claras aún.
Las autoridades turcas aseguraron inicialmente que una patrulla de dos cazas F-16 turcas “intervino” contra un bombardero ruso del tipo Su-24 que había vulnerado el espacio aéreo del país y cuyos pilotos ignoraron hasta diez advertencias.
El derribo tuvo lugar la mañana de ayer y el caza se precipitó sobre territorio sirio al sur de la provincia turca de Hatay, a unos 40 kilómetros al noreste de la ciudad portuaria siria de Latakía, donde se halla una base aérea rusa.
Esta versión fue más tarde confirmada por el presidente ruso, Vladímir Putin, quien habló de un misil aire-aire disparado contra el aparato ruso, negando que hubiera entrado en Turquía y precisando que cayó a cuatro kilómetros de la frontera turca.
“Este incidente se sale de los marcos de la lucha contra el terrorismo (…), es un golpe a traición asestado por los cómplices del terrorismo. No lo puedo llamar de otra forma”, dijo Putin al reunirse con el rey Abdalá II de Jordania en Sochi (mar Negro).
“Siempre tratamos a Turquía no sólo como un vecino cercano sino como un país amistoso. No sé quien tenía interés en lo que pasó hoy. Nosotros no. En cualquier caso, nuestros pilotos y nuestro avión nunca amenazaron el territorio de Turquía”, subrayó.
Lo que es seguro, según analistas, es que este suceso afectará tanto los planes de crear una amplia coalición internacional antiterrorista presentados tras los recientes atentados de París por Rusia -que elude entrar en alianza militar de 65 países creada para ese fin por EU-, como al arreglo político del conflicto en Siria.
Ni el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ni el primer ministro, Ahmet Davutoglu, aportaron más detalles sobre el incidente y sólo reivindicaron en términos generales el derecho de Turquía de defender sus fronteras, sobre todo tras haber advertido en octubre de que derribará aviones que violen su espacio aéreo, tras numerosos incidentes con aparatos rusos en la frontera siria.
Tampoco estuvo clara la suerte que corrieron los dos pilotos que se lanzaron en paracaídas, algo que habría quedado documentado en parte por un vídeo difundido en la prensa turca.
Según explicaron fuentes del gobierno turco al diario Hürriyet, ambos pilotos fueron hechos prisioneros por los rebeldes sirios de la zona, y los servicios secretos turcos están trabajando para conseguir su liberación.
Antes, diversas fuentes locales habían asegurado a los medios turcos que uno de los dos tripulantes falleció o que incluso ambos fueron abatidos por los milicianos mientras bajaban en paracaídas. Moscú, entretanto, ha confirmado la muerte de uno de los dos pilotos.
El incidente se produce sobre el trasfondo de los encarnizados combates que desde hace varios días libran en la zona en Siria las milicias turcomanas y las tropas del régimen de Bachar al Asad. Los turcomanos, una minoría siria turcoparlante, cuentan con el decidido respaldo de Ankara, que los considera “hermanos étnicos”, mientras que Moscú apoya al Ejército gubernamental.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, instó a la calma y a rebajar tensiones por el derribo y dijo que los aliados confirman la versión de Ankara.
“Insto a la calma y a desescarlar tensiones”, señaló Stoltenberg después de que se reuniera el Consejo del Atlántico Norte, máximo órgano decisorio de la OTAN compuesto por los embajadores de los 28 aliados, a petición de Turquía por el incidente, que ha tensado las relaciones entre Moscú y Ankara.