Mentirá quien asegure haber previsto semejante desenlace para quien fuera presidente (casi dueño) de la FIFA durante casi un par de décadas. Exagerará quien argumente que era lógico tamaño desmoronamiento.

 

Nadie pudo verlo venir, ni siquiera sus más férreos opositores y mucho menos él. Su poder fue tan total, sus facultades tan ilimitadas, sus derechos tan vastos y su rendición de cuentas tan nula, que Joseph Blatter es hoy el más sorprendido con la avalancha que se lo ha llevado.

 

No me refiero a que nadie pudo anticipar la debacle una década atrás, cuando ya existían fuertes presiones para desenmascarar la red de corrupción que, se aseguraba, ya había permeado a lo más alto del poder en este organismo. Me refiero a hace unos escasos meses, cuando lucía tan inmutable como siempre.

 

Joseph Blatter inauguró este 2015 como cualquiera de los 17 años anteriores en los que se sentó cómodo e intocable en su trono. Ciertamente se trataba de un año de elecciones presidenciales, aunque eso para Sepp sólo fue problema en 1998, cuando accedió al puesto tras derrotar con no poca sorpresa y escaso margen de diferencia al favorito Lennart Johansson.

 

Desde entonces, cada votación (cuando la hubo al no ser candidato único) fue más sencilla que la otra. En 2011 todo hacía indicar que su permanencia se complicaría, porque su rival, Mohammed bin-Hammam, había sido en procesos anteriores su apoyo y eje de operación. Sin embargo, todo se despejó cuando el qatarí fue expulsado del camino por violar los estatutos de ética de la FIFA. Superado ese trago, el congreso de 2015 no lucía más complejo. Por peso que tomara el príncipe jordano Ali bin Hussein, por apoyos que presumiera Luis Figo, Blatter avanzaba con absoluta solidez al que sería su último cuatrienio.

 

No obstante, esta historia de poder más allá de todo poder, tuvo su giro a dos días de los comicios, cuando numerosos ejecutivos de la FIFA fueron arrestados en un hotel de Zúrich. La justicia estadounidense, acaso impulsada por haber sido despojado su país de la sede del Mundial 2022, se involucró en el caso, bajo el entendido de que sus bancos se utilizaron para blanquear dinero.

 

Si fueron imprevistas las detenciones de federativos, más lo fue que Blatter, ya reelecto, anunciara un par de días después que en seis meses se iba. La sorpresa ya era inmensa, aunquenfaltaba lo genuinamente impactante: que Sepp ni siquiera iba a llegar hasta febrero, investigado al detectarse el pago de dos millones de dólares a Michel Platini en 2011.

 

Todo hace indicar que Blatter no volverá al cargo ni para despedirse, que no estará, como deseaba, dándole la estafeta a su sucesor o entregando el Balón de Oro al mejor futbolista de 2015. Según se empieza a dar por hecho, será castigado de por vida y su etapa vinculada al deporte ha terminado.

 

De corbata se ha llevado al que fuera su gran aliado y posteriormente encarnizado rival, Michel Platini. ¿Cuántos pagos dudosos pudieron salir desde la cuenta de Sepp? Pues sucede que del único que hay registro, es del hecho al ex jugador francés.

 

¿Blatter y Platini sancionados de por vida? Todo hace indicar que así será. Lo de Platini pudo avistarse si se considera que antes cayeron otros peces de esa dimensión. Pero lo de Sepp, eso sí, ni el profeta más avezado pudo haberlo presagiado.

 

Sanción vitalicia, inesperado final, el monolito se ha desplomado.

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