Después de que George Lucas estrenara hace 10 años el Episodio III en la saga de Star Wars, La Venganza del Sith -y ante la andanada de críticas que se llevó desde 1999 con el Episodio I-, quizá pocos creyeron que podría haber más filmes de la historia de los Skywalker, y mucho menos que algún día Lucas podría vender lo que fue el trabajo de su vida.
Quizá cansado de tener que lidiar con las críticas y con el monstruo en que se había convertido su creación, en mayo de 2011, cuando se inauguró la nueva versión de Star Tours, Lucas le comentó al CEO de Disney, Bob Iger, su intención de retirarse y vender Lucasfilm, así como las franquicias de Star Wars e Indiana Jones. El resto es historia: el 30 de octubre de 2012, se hizo el anuncio oficial de la compra de Lucasfilm por parte de Disney, que desembolsó 4.05 billones de dólares, con la mitad en efectivo y la otra mitad en acciones de la compañía fundada en 1923 por Walter Elías Disney.
El anuncio, originalmente, no fue del agrado de los fans, pues se pensaba que Disney iba a destruir la leyenda en que se había convertido Star Wars para convertirla en uno más de sus productos mercadológicos. Lo que no se tomó en cuenta es que Iger ha sido un genio para hacer negocios, y que todo negocio tiene que ser bueno para que genere ganancias. En su presidencia, Disney ha adquirido Pixar, The Muppets Studio, Marvel Entertainment y Lucasfilm, entre otras empresas.
¿Por qué, entonces, actualmente se siente una fuerte confianza hacia lo que Disney hará con Star Wars? Hay varios factores a considerar y que han creado una especie de “Efecto Dominó” de buenas decisiones. El primero de ellos es que Lucasfilm quedó bajo el mando de quien es actualmente una de las mujeres más poderosas del mundo del entretenimiento, Kathleen Kennedy, quien empezó como asistente de John Millius en 1979 y después pasó a ser la secretaria de Steven Spielberg. Kennedy era una terrible secretaria, pero con muy buenas ideas de producción, por lo que Spielberg la convirtió en productora asociada de Cazadores del Arca Perdida (1981) y Poltergeist (1982).
Kennedy ha estado detrás, ya sea como productora directa o como productora ejecutiva, de varias de las películas más taquilleras y gustadas de la historia, como E.T. (1982), Volver al Futuro (1985), El Imperio del Sol (1987), La Lista de Schindler (1993), Parque Jurásico (1993), El Sexto Sentido (1999), Señales (2002) y Lincoln (2012), por citar algunas. Pero fue su experiencia de trabajo con Spielberg y Lucas (en la tetralogía de Indiana Jones) lo que la llevó a quedarse al frente de Lucasfilm y, con ello, dar un poco de paz a los fans de Star Wars, pues si alguien sabe cómo sacar adelante una franquicia de esa magnitud es ella.
El otro gran movimiento de Iger ha sido darle libertad a Kennedy, quien a su vez apostó por revivir Star Wars con quien ha sido, en varias ocasiones, considerado como el heredero de Spielberg: Jeffrey Jacob Abrams, quien ha sido creador y co-creador de varios de los programas de TV más importantes en los últimos 15 años, como Felicity, Alias, Fringe y, por supuesto, Lost, que se convirtió en un fenómeno de la cultura popular.
Abrams está acostumbrado a trabajar con franquicias legendarias, pues debutó en el cine en 2006 haciéndose cargo de la tercera parte de Misión Imposible -que venía de una segunda entrega a cargo de John Woo llena de estilo, pero poquísima sustancia- y devolviéndole el espíritu de lo que fue la serie televisiva original en los años 60. Después, en 2009, se hizo cargo de revivir, con gran éxito, a otro monstruo de franquicia que estaba en estado de coma: Star Trek. Con un nuevo elenco y una historia en la que se rejuveneció a la tripulación del Enterprise, Abrams dejó muestra de cómo se puede “rebootear” o “reiniciar” una historia.
Para Star Wars: El Despertar de la Fuerza, Abrams no tiene que reiniciar la historia, sino continuarla. Sin embargo, junto con Kennedy y el guionista de la cinta, Lawrence Kasdan (quien es el responsable de los guiones de El Imperio Contraataca y El Regreso del Jedi), ha realizado movimientos muy inteligentes que tienen como objetivo no sólo agradar a los fans de la vieja guardia, sino ganar nuevos adeptos:
El primero fue tener nuevamente a los tres protagonistas principales de la trilogía original (Mark Hamill, Carrie Fisher y Harrison Ford), con lo que desde ya y a base de nostalgia –y como lo han demostrado los trailers del filme- sea ganado a los fans originales. Abrams siempre se ha declarado un gran fan de Star Wars, y a sus 49 años fue de los que vivió y creció con el universo creado por Lucas. A ellos hay que agregar que también regresan personajes como Chewbacca (Peter Mayhew), C-3PO (Anthony Daniels) y R2-D2 (Kenny Baker).
El segundo fue respetar y mantener al responsable de uno de los elementos clave en la saga de Star Wars: John Williams. Abrams suele tener como compositor de cabecera a Michael Giaccino -quizá el mejor compositor de cine de la actualidad-, pero Star Wars no podría ser ni sonar igual sin el trabajo del legendario Williams, quien vuelve por séptima ocasión a hacerse cargo de la composición de la música original.
Pero su mejor decisión no tiene que ver con la nostalgia, sino con lo que apunta al futuro. La historia no gira en torno de los viejos personajes, sino de los nuevos, de los que tienen que enganchar y convencer a las nuevas generaciones de que Star Wars es algo que vale la pena tener como parte de sus vidas y su cultura popular. Así, de la misma manera que lo hizo Lucas en 1977, Abrams apostó por actores prácticamente desconocidos para los personajes principales, los cuales, además, representan a sectores “minoritarios”.
Por un lado, ahora el protagonista de la historia no es un hombre, sino una mujer, Rey (interpretada por la británica Daisy Ridley). En una época en la que se pide una mayor presencia de las mujeres en los medios y con personajes más importantes en las historias, nada mejor que poner a una chica como protagonista de la nueva película de Star Wars, que reiteradamente había sido criticada como sexista por la poca presencia femenina en sus películas. Para corroborar esto, del lado de los villanos uno de los principales personajes, Captain Phasma (el famoso Stormtrooper cromado), es interpretado por la también británica Gwendoline Christie, quien ha alcanzado fama por su personaje de Brienne of Tarth en Game of Thrones.
El otro protagonista, Finn (John Boyega), resulta ser afroamericano, con lo que también se atiende a las demandas de ese sector de la población que encuentra muy pocos héroes con los cuales identificarse. Si a la raza negra siempre se le ha estereotipado con papeles de adictos, criminales o villanos, el tener a alguien como Finn en una saga de esta magnitud habla de lo políticamente correctos que han sido Abrams y compañía. Incluso, aunque no se le vea el rostro, pero el personaje de Maz Kanata también está interpretado por una actriz “de color”, en este caso la ganadora del Oscar nacida en México, Lupita Nyong’o.
Y para los latinos también hay. El personaje de Poe Dameron es interpretado por el guatemalteco Oscar Isaac, y para el spin-off de la saga, Star Wars: Rogue One, uno de los protagonistas será mexicano: Diego Luna.
De esta manera, Star Wars queda en perfectas manos para revivir la euforia y la mística que tuvieron las películas originales. Y para lo que sigue es igual, pues los directores de los Episodios VIII y IX son, respectivamente, Rian Johnson (responsable de Looper y de tres de los más premiados capítulos de Breaking Bad) y Colin Trevorrow (quien demostró en Mundo Jurásico que es capaz de revivir una franquicia grande y, de paso, romper marcas de taquilla). Así, lo que pase a partir del 18 de diciembre que se estrene, en el sentido de si rompe o no récords de taquilla, pasa a un segundo plano. Lo importante es la historia y la reacción de los fans, viejos y nuevos. Si la reacción de los fans a los trailers es un buen indicativo, Star Wars está de regreso por muchos, muchos años-.