Mi madre estuvo internada hace un par de años en un hospital general del Instituto Mexicano del Seguro Social. Tuvo suerte que le asignaron cama relativamente pronto, porque ya venía diagnosticada como de urgencia por una clínica. Su problema era una anemia severa y fue atendida por excelentes hematólogos. La lección de este proceso: el Seguro Social tiene los mejores médicos, la peor atención, el peor acogimiento a los familiares y una mala productividad tanto de recursos materiales como humanos.
Mi cuñado también ha estado hospitalizado recientemente, pero en el Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado. La atención parecería, en principio, un poco mejor que en el IMSS, la productividad sustancialmente peor (pasaban días sin que le hicieran estudios, por ejemplo, pero sí ocupaba una cama), y los médicos mucho más desorganizados. Un día que lo fui a acompañar, como tenía mucho que hacer, me llevé la computadora: pues nada, uno no puede entrar con tabletas o computadoras a cuidar a un enfermo.
Hace unos meses murió Sebastián Lerdo de Tejada, director del ISSSTE, quien fue atendido en sus instalaciones tras un infarto en el que más tarde quedaría evidenciado que no se siguieron los protocolos para la atención de esta afección.
A estas descripciones tendría que añadir varios detalles del entorno tanto del Hospital López Mateos del ISSSTE como del Hospital General Regional Número 1 del IMSS: los familiares suelen quedar contenidos en la calle, porque las plazas o vestíbulos están reservados a quienes ya pasaron el primer filtro: el cadenero.
Como trabajador de Petróleos Mexicanos que fui en tres ocasiones, conozco la atención tanto de la clínica del centro administrativo, como de los hospitales de Azcapotzalco y Picacho. Mucho mejor que el IMSS y el ISSSTE, inferior a clínicas y hospitales privados en los que he sido atendido.
Con estos antecedentes en mi memoria visité el Centro de Rehabilitación Integral Teletón de Tlalnepantla. No puedo decir que me encontré una sorpresa, en realidad ya sabía que la atención era de primera, con muy buen nivel de equipamiento y acogimiento. La sorpresa quizá fue que al entrar en automóvil, el vigilante del estacionamiento me dijera “touché” cuando adiviné en su rostro que el lugar estaba lleno.
Por primera vez en la vida vi, más allá de videos, un exoesqueleto, una especie de armadura robotizada que permite a los pacientes caminar, y aprender o re-aprender movimientos musculares ante una atrofia. Mientras en el ISSSTE está prohibida la entrada con computadoras, en las instalaciones Teletón hay WiFi abierto para que durante alguna espera uno pueda aprovechar el tiempo o entretenerse.
Las oportunidades que ofrece el Teletón no se limitan a los niños ni a lo médico, también incluye la atención sicológica a sus familiares y las ofertas lúdicas para enfrentar las peores adversidades. Con 21 centros Teletón, incluyendo algunos con ciertas especialidades, como el Hospital de Oncología de Querétaro, es una gran servicio para miles de familias a costos bajos.
¿No podría el sistema de salud aprender del Teletón? Por supuesto, todo el sistema de salud, público y privado, tiene mucho que aprender del Teletón. Este año el reto de Teletón no es tanto en términos de donativos, sino de visitas a sus instalaciones, 500 mil. Yo sí les puedo recomendar que Visiten un Teletón, y jamás me atrevería a decir: Visiten un Seguro