La Caravana de Madres Centroamericanas logró este martes el cuarto reencuentro desde que salió el pasado 30 de noviembre del municipio de El Ceibo, en Tabasco. Este martes, las hermanas Gloria y Esperanza, de origen nicaragüense, fueron enlazadas vía telefónica tras ocho años sin comunicación después de que esta última salió de su país con la idea de llegar a Estados Unidos.
En 2007, Esperanza Sáenz Santeliz salió de Nicaragua. Como muchas, quería un mejor empleo y ayudar a su familia a salir de la pobreza; como muchas otras, no consiguió llegar y se quedó atrapada en el limbo que representa México para entre 150 mil y 400 mil centroamericanos que cada año transitan por aquí.
El encuentro ocurrió después de años de trabajo de investigación de organizaciones civiles y el Movimiento Migrante Centroamericano, que por onceava vez recorre el país para buscar en cárceles, hospitales, refugios, colonias, parroquias y otros lugares, a los miles de migrantes de El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala que han desaparecido en su tránsito por México.
El enlace telefónico de las hermanas Sáenz Santeliz -ocurrido durante una mesa de trabajo con periodistas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM- se produjo luego de que a su paso por Veracruz, entre el 2 y el 4 de diciembre, la Caravana insistió a los periodistas locales que tomaran la historia y la publicaran. Alguien leyó la nota y reconoció a Esperanza, contactó a la parroquia de Coatzacoalcos y ésta a la Caravana.
Esperanza, de 53 años, salió de su comunidad en el municipio nicaragüense de Ocotal; quería llegar a Estados Unidos pero pasando la frontera fue deportada a México y de la frontera norte viajó a Coatzacoalcos, Veracruz, donde se cambió de nombre para evitar ser localizada por la policía migratoria. Desde este punto envió dinero a su hermana Gloria y fue el último contacto con su familia.
“No importa. Yo te quiero sin nada”, decía Gloria a Esperanza cuando ésta insistía en que -para regresar a Nicaragua- necesitaba tiempo para vender las que pertenencias que había conseguido acumular en México, “No sabes cómo te busqué”, insistía. Llevaba ocho años buscándola.
Maritza del Carmen Vanegas Pavón, del Servicio Jesuita para Migrantes Nicaragua, explicó que una vez que pasan por México es fácil que los migrantes en tránsito pierdan el contacto con sus familias.
Algunos traen los números anotados en papeles y los pierden; otros terminan olvidándolos después de pasar largos periodos de tiempo hospitalizados; muchos más se avergüenzan de haber fracasado en su intento por llegar a Estados Unidos y prefieren ocultarlo a sus familiares, sin saber que aquellos continúan buscándolos.
En el caso de Gloria y Esperanza, esta pérdida de comunicación se dio porque durante el periodo en que la segunda se encontraba en México cambió la forma de marcación telefónica en Nicaragua, ella no lo supo y nunca más pudo comunicarse con su hermana.
Integrantes del movimiento permanecerán en el Distrito Federal hasta el viernes 11 de diciembre. Durante su estancia en la capital del país se reunirán con defensores de derechos humanos y albergues para migrantes, con trabajadoras sexuales y asistirán a una mesa de trabajo en el Senado, donde participarán en un foro sobre la Ley General para investigar, sancionar, prevenir y reparar la desaparición forzada de personas cometida por particulares.