ROMA. La vida bajo el dominio del Estado Islámico (EI) es “imposible”, por lo que Occidente debe asumir su responsabilidad ante los miles de sirios que se ven obligados a escapar, dijo hoy aquí Jacques Mourad, quien estuvo secuestrado por el grupo fundamentalista por unos cinco meses.

 

En un encuentro con los medios en Roma, Mourad, miembro de la comunidad sirio-católica del monasterio Deir Mar Musa, en la ciudad siria de Al Quariatain (al suroeste de Homs), relató las etapas de su secuestro, sufrido al lado del diácono Boutros.

 

“El 21 de mayo varios encapuchados armados llegaron al monasterio, entraron en mi habitación y me secuestraron al lado de Boutros”, relató el religioso.

 

Dijo que durante los primeros cuatro días fueron mantenidos encadenados y vendados dentro de un auto en el desierto, para después ser llevados a la ciudad de Raqqa, fortaleza del EI, y encerrados en el baño de una casa en condiciones “humillantes”.

 

Todos los días el sacerdote debía hacer profesión de fe, pues hombres armados lo interrogaban sobre su identidad y le demandaban si era un “nazareno” (cristiano).

 

Al responder afirmativamente lo acusaban de ser un “infiel” y lo amenazaban con cortarle la cabeza en caso de que no se convirtiera al Islam.

 

Un día, sin embargo, llegó un jefe del EI diferente, pues no solamente le dio la mano y se sentó a dialogar con él, sino también le sugirió tomar su cautiverio como un “retiro espiritual” y le dijo que estaba bajo su protección.

 

Este jueves, Mourad habló por primera vez con medios en Europa sobre sus 140 días de cautiverio, 84 de los cuales permaneció en Raqqa y después fue trasladado con Boutros a una localidad cercana a Palmira.

 

Ahí, dijo, vivió uno de los momentos más difíciles cuando vio que eran mantenidos como rehenes 250 de sus parroquianos, incluidos niños, mujeres, ancianos y discapacitados que habían sido secuestrados entre el 4 y el 5 de agosto pasado.

 

Aseguró que sus instrumentos para resistir fueron rezar el Rosario y la oración de Charles De Foucauld (1858-1916), el religioso francés explorador del desierto del Sahara proclamado beato por el papa Benedicto XVI en 2005.

 

El 1 de septiembre un grupo enviado directamente por Al Bagdadi, el líder del EI, le hizo firmar un contrato para convertirse, al lado de los cristianos de Quariatain, en “dhimmi”, es decir, súbdito no musulmán del califato.

 

“Al Bagdadi decide todo. Ofrece cuatro posibilidades: matar a los hombres y quedarse con mujeres y niños, esclavizar, liberar a los rehenes a cambio de un rescate o firmar el contrato para convertirse en dhimmi y vivir según 12 condiciones”, señaló.

 

De esa manera el religioso y parte de sus parroquianos fueron llevados a Quariatain con la condición de no salir del pueblo.

 

Pero, dijo, la vida bajo el yugo del califato es “imposible”, por lo que gracias a la ayuda de un hombre musulmán y de su familia y de un sacerdote greco-ortodoxo pudo escapar el 10 de octubre pasado de esa localidad al lado de la mayor parte de los cristianos, aunque ocho perdieron la vida en el intento.

 

“No es posible para los cristianos de Siria vivir bajo el Estado Islámico. Europa debe asumirse sus responsabilidades ante el pueblo sirio que escapa de la guerra. Es increíble que Europa acepte que la gente siga muriendo“, concluyó.

 

El EI busca establecer un califato en Irak y Siria, países donde ha asumido el control de extensas áreas, sin embargo el ejército iraquí y tropas de la coalición internacional han frenado su avance.

 

El autollamado Estado Islámico surgió en 2003 como una rama de la red terrorista Al Qaeda, aunque posteriormente se separó y tomó el control de amplias zonas de Siria e Irak, donde estableció su califato en 2014, al frente de su líder Bakr al-Baghdadi, quien ha declarado una yihad (guerra santa) a occidente y a todos los “infieles”.  DM