Si algo no pueden hacer los mercados emergentes es quejarse de las consecuencias de la enorme fiesta en la que se enrolaron con los dólares tan baratos de los años anteriores.
La política híper laxa que implementó la Reserva Federal de Estados Unidos tenía por propósito levantar de la recesión al país que con sus excesos financieros de finales de la década pasada había provocado una ola devastadora para la economía mundial.
Los excesos fiscales del primer mundo impidieron que se pudiera estimular la recuperación por esa vía. De hecho, economías como la europea o la japonesa se habían comprometido tanto en sus manejos presupuestales y de deuda que es la fecha en que no han logrado terminar con la corrección.
EU enfrentó la gran recesión con un déficit fiscal descomunal que abrió la puerta para que los soldados del banco central intentaran su maniobra.
Pragmáticos como son, los estadunidenses sabían que innovar un plan de rescate económico desde la política monetaria tendría secuelas, pero fue un costo que estuvieron dispuestos a asumir con tal de superar la peligrosa condición económica que había costado la quiebra de grandes grupos financieros y hasta empresas automotrices.
La inundación de dólares inició cuando se llevó la tasa de referencia al cero y se reforzó con tres planes de compra de bonos que pusieron a funcionar a toda máquina la fábrica de dólares. Esos recursos sí dieron gran liquidez a los agentes económicos internos que preferían gastar a reservar sus dólares.
Pero una parte importante volaba al mundo emergente para tener premios en sus inversiones. Fueron días exuberantes de tasas bajas, monedas fuertes, condiciones convenientes para esas economías que además mantenían a todo vapor sus negocios de venta de materias primas a China que crecía a tasas de dos dígitos.
Un primer aviso muy serio llegó en mayo del 2013 cuando una señal mal emitida desde la Fed hizo que el mundo financiero entrara en pánico y se sacudieran los mercados. Si bien fue un error costoso, permitió a los banqueros centrales de ese país aprender de la lección.
El último de los planes de liquidez terminó en octubre del año pasado y desde entonces estamos esperando la fecha fatal del primer aumento en la tasa de interés.
Hoy que es inminente que el miércoles se dé finalmente ese incremento de un cuarto de punto, todos esos recursos que alguna vez llegaron a los mercados emergentes en busca de calor, están extendiendo sus alas y empiezan a elevar el vuelo hacia la calidad.
En casa los llaman con un atractivo rendimiento y con la seguridad de estar en el mejor lugar que por ahora conocen los capitales: los bonos del tesoro de EU.
Y como esos inversionistas no están peleados con su dinero simplemente venden acá, aprietan unos cuantos botones y compran allá. Y esperan a que las aguas se calmen para decidir entonces dónde regresan y dónde no.
El tiempo que tarden los mercados en regresar a las aguas tranquilas dependerá en buena medida de la claridad que tenga la Fed el próximo miércoles con su comunicación tras el previsible aumento.
En la medida que al interior de la Fed sean precisos de lo que esperan para el costo del dinero podría regresar cierta calma a los mercados, esa que por ahora está ausente.