Cambiar los hábitos de sueño influye en la alimentación y en el tipo de comida que se elige luego de una noche de desvelo, pues se opta por alimentos ricos en grasas y carbohidratos, que a largo plazo trae consigo sobrepeso, reveló la especialista Carolina Escobar Briones.
En el día necesitamos energía para las actividades cotidianas, pero en la noche descansamos y baja el ritmo cardiaco y respiratorio, así como el consumo de energía, explicó la investigadora del Laboratorio de Ritmos Biológicos y Metabolismo de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Si comemos de noche sorprendemos a nuestro sistema digestivo, porque si está coordinado con los ritmos circadianos, entonces no está preparado para recibir alimentos, sino para descansar”.
Escobar Briones, quien junto a otros investigadores estudia la relación entre los ritmos circadianos y la forma de alimentarnos, planteó que si permanecemos despiertos hasta la madrugada e ingerimos alimentos pesados habrá problemas.
“Esto es común en el trabajador nocturno. A media noche se da una pausa para la colación, pero siente hambre y consume alimentos que al sistema digestivo le cuesta trabajo procesar. Esto también lo hacemos los demás en fiestas o mientras vemos televisión”, abundó.
Refirió que en trabajos clínicos se ha encontrado que disminuir las horas de sueño aumenta el apetito y nos hace optar por comida rica en grasas.
Así lo demostró “un estudio con un grupo de personas a las que se les modificaron esos patrones, se encontraron cambios en sus preferencias alimenticias”, mencionó.
A los participantes, comentó, se les aplicó un cuestionario en el que tenían que contestar, entre otras preguntas, cuánta hambre sentía y qué quería comer; además, se tomaron muestras de sangre para determinar sus indicadores de manejo de energía.
Durante una semana se les dejó dormir sólo cuatro horas al día, y poco después, en otra encuesta se les preguntó el grado de apetito, les mostraron un menú y les pidieron que les gustaría.
Los investigadores encontraron que al disminuir la cantidad de descanso aumentaba la sensación de hambre, lo que aunado al cansancio les hace elegir alimentos ricos en grasas y carbohidratos.
“Si esto se hace regularmente y se convierte en una forma de vida, las consecuencias serían sobrepeso y obesidad”, alertó la especialista.