Si Plutarco hubiera podido dedicar una de sus biografías a los héroes del balón contemporáneos, habría tenido numerosas opciones para trazar uno de esos relatos con dos personajes contrastados y confrontados.
Acaso Pelé y Maradona, o en nuestros días Messi y Cristiano Ronaldo, o en el contexto argentino Menotti y Bilardo, o en el italiano Berlusconi y Agneli, o en el inglés Ferguson y Wenger, o en el deportivo Pierre de Coubertin y Jules Rimet. Acaso algún par no especialmente vinculado en tiempo y perfil, que eso también lograron las llamadas Vidas Paralelas escritas por Plutarco, se me ocurren, por qué no, Garrincha y Franz Beckenbauer. Acaso cualquier otra, que hombres dignos de biografía abundan en todo rubro.
No obstante, siempre sería especial esa Vida Paralela dedicada a José Mourinho y Josep Guardiola. Más allá de la comparativa entre el niño catalán que siempre supo que guiaría en la cancha al Barcelona y el niño portugués que siempre supo que sería un gigante de la dirección técnica, más allá de cuando se conocieron por 1996 siendo el lusitano asistente técnico/traductor del Barça donde jugaba Pep, más allá de cuando comenzaron sus duelos tácticos, habría en el fondo una gran lección, tal como fascinaba efectuar a Plutarco en sus páginas.
Esa lección, hoy queda claro, sería la ley de los tres años. Para dos entrenadores tan intensos no es recomendable mantenerse en el mismo sitio por un lapso mayor a ese tiempo.
En tres de sus últimas cuatro gestiones, Mourinho ha prorrogado su contrato al cabo de la segunda temporada, sólo para constatar en la tercera que la etapa no podía durar más, que las relaciones se habían desgastado, que el modelo estaba agotado. Le sucedió con Chelsea en 2006, con Real Madrid en 2012 y otra vez con Chelsea en este 2015. ¿Qué sucederá hoy con el atribulado José? A un escaso punto de posiciones de descenso, totalizando más derrotas que nunca en un torneo de liga, con conflictos abiertos con sus jugadores más importantes, no es descartable que la historia de septiembre de 2007 se repita y Mourinho vuelva a ser despedido de Stamford Bridge.
Esto nos lleva a su némesis y tocayo, Josep Guardiola, quien no continuará en el Bayern Munich para la próxima temporada, bajo el entendido de que ese desgaste no le permite mantenerse ahí otro año. Ya en 2012 tomó una decisión parecida tras entender que su cuarta campaña en el Barcelona había sido convulsa y compleja. Por ello, Pep cerrará ese trienio con la entidad bávara y se marchará a otro puerto.
Ese ejemplar esquema de Sir Alex Ferguson guiando con éxito al Manchester United por más de un cuarto de siglo, no funciona para ellos dos. Pep, resignado, al menos parece admitirlo; Mou, en su ambición, ha batallado durante toda su trayectoria en contra de eso.
Vidas Paralelas en liderazgo, en éxito, en innovación, en maestría tanto para convencer al futbolista como para impactar a la opinión pública. Vidas paralelas en su agria y dilatada rivalidad. Vidas paralelas con esa evidente moraleja para futuros directores técnicos que pretendan ejercer con semejante nivel de fricción.